¿Actúan los duendes en los cajones y en los
bolsillos liando los cables?
¿Por qué no todo a la misma
vez?
O de derechas o de izquierdas,
o la culpa es de él o de aquel otro, o ecología o economía, o Perico o
Fulanito, o el individuo o el sistema.
¿Por qué nos obsesionamos
con que la respuesta a un problema siempre tiene que ser una única solución o
un único responsable?
La realidad es multi-causal
y eso implica encarar la complejidad con pensamientos complejos en vez de
tratar de simplificar las cosas desde debates infantiles de bandos.
Siendo así. ¿Por qué le
cuesta tanto a tantas personas asumir su porcentaje de responsabilidad en los
conflictos o sucesos?
Débil es
aquella sometida por la historia.
Débil es
aquel intrauterino sobre el que se especulaba su más o menos conveniencia.
Débil es
aquel que por no saber hablar es esclavizado en granjas de hormigón y en jaulas
de tamaño minúsculo.
Débil es el
más pequeño, el que crece, el que todavía no perdió la inocencia.
Débil es el
que no tiene elección.
Débil es el
amordazado y sediento de justicia.
Débil es el
que inmóvil y seco contempla como se queman sus compañeros hasta el horizonte.
Débil es el
que suda sin parar hasta la extenuación.
Débil es el
inválido, el invisible, el olvidado.
¡Lo que ha
tenido que luchar el más débil durante toda la historia por la falta de
solidaridad del más fuerte!
Estrellas, búhos y grillos.
Abrigarme cuando hace frío.
Hacer el amor, juntos y sin fin.
Andar descalzo sobre la hierba.
Sentir el agua, la brisa y respirar.
La arena tibia y el cuerpo desnudo.
Escuchar el gorgoteo de un riachuelo.
Quedarse atónito al crepitar de la hoguera.
Reír entre amigos hasta el dolor de barriga.
Tener sueño y cama y mantas, sin despertador.
Truenos, relámpagos, lluvia y viento. Guarecidos.
Caminar con los ojos cerrados respirando aire limpio.
Contemplar la puesta de sol al son de los lilas y los rosas.
Revolcarse por los suelos con los niños como juegan los felinos.
Bien entendida
por las comunidades indígenas.
El vestido de
moda que se quiere poner el bipartidismo. Aunque peor es una dictadura oficial.
Porque como decía Galeano, con este tipo de democracia lo más que podemos
elegir es la salsa con la que seremos cocinados.
Y luego están
las dictaduras de las corporaciones y grandes bancos, con mejores atuendos.
A la democracia
de las sociedades “desarrolladas” le quedan unas cuantas décadas para madurar
de verdad. En pequeña escala, en un bosque o una estepa es fácil de poner en
práctica. Pero en sociedades interconectadas de millones y millones de
ciudadanos parece algo más complejo.
Ni siquiera un
referéndum es el mejor ejemplo de democracia. Pues siempre son unos pocos los
que proponen la pregunta. Y una pregunta en sí, ya es un tipo de decisión que
“álguienes”, que no todos, tomaron. Y lo peor, es que la respuesta es “Sí” a
todo o “No” a todo, en contraste con la realidad, más compleja en matices.
Muchos
movimientos de izquierda han querido proponer formas de autogestión y
autodeterminación. Pero la variabilidad de cabezas pensantes vuelve a
convertirse en un problema. Casi parece más fácil que esa variabilidad de
formas de pensar, en vez, de ser respondida con grandes y simples soluciones,
se vea respondida también con una paleta de también pequeñas y muchas
soluciones. Y curiosamente esto viene ocurriendo desde siempre. Y no es
precisamente desde los altos estamentos políticos. Sino desde la vida misma. El
intercambio, el compartir, el ahorrar y el donar. Conceptos procedentes de la
economía y lo social.
Si hay un
terreno donde la democracia parece ser una democracia, en cuánto a poder de
elección y consecución, es el terreno socioeconómico. El verdadero terreno
desde donde se asienta la sociedad. El único terreno, que actualmente y de
manera coherente, mantiene cosidos a todos los individuos del planeta.
Sus urnas son
las tiendas, los lugares de encuentro, el espacio donde satisfacemos nuestras
necesidades. Y sus votos son la compra, la adquisición y la satisfacción de
necesidades. Estamos hablando del consumo. Un acto que practicamos todos los
días. Y que desde que sale el sol hasta que se pone va moldeando el mundo en
toda la superficie terrestre.
¡Somos libres
de comprar lo que queremos! Más en unas cosas que en otras, lamentablemente.
Pero actualmente en muchísimas, en relación a épocas pasadas.
Somos libres de
adquirir, intercambiar, compartir y regalar.
Esto para mí tiene
bastantes visos de ser auténtica democracia.
No perderé más
el tiempo discutiendo que es o no es democracia. Llevo practicándola mucho
tiempo, desde que tengo capacidad de decidir cómo me alimento, como me visto,
como me cobijo, como me transporto, como me relaciono…
El consumo. La
decisión personal de optar por una u otra cosa. Este es el voto, que a través
de sus tentáculos y encadenamientos de causa efecto social, sigue co-creando el
mundo entero, en pos de una gran máquina llamada globalización o muchas y menores
máquinas, llamadas localismos.
El consumo que
manda un mensaje al entorno: - Necesito. Hágase. Transfórmese.
Nuestro dinero
y la ausencia de él llevan siglos transformando el mundo. Es el dinero que
financia lo más bello. O el dinero que boicotea lo más feo. Es el yo te cedo,
tú me das. Nosotros compartimos. Yo te ayudo. Los dos o más nos encontramos. Un
consumo que otras veces es relación. Algo que está ocurriendo aquí y que
interacciona con allí. Y mientras vivo esto construyo todo. Porque no existo
solo. Lo que yo hago, tú lo haces. Lo que yo hago, lo hacemos todos. Y porque
somos todos los que hacemos y transformamos, todo es político. Y porque tenemos
poder para elegir, tenemos consecuencias colectivas. Y aunque no le ponga
nombre, todo es democracia.
Lo más
cotidiano se vuelve democracia.
¿Alguien más me
acompaña a las urnas?
La
estrategia más eficiente para cambiar las injusticias no es enfrentarse a ellas
desde la lucha, el poder y el ego sino desde la expansión del espíritu y eso en
términos físicos se llama construcción de alternativas positivas. Frente a las
palabras y las armas está la cooperación y construcción de hechos.
Mientras ahí
fuera se labra una lucha por dominar el mundo ilusorio los mansos siguen
brillando y trabajando en silencio.
Será
cuestión sólo de tiempo que las realidades en pos del bien común terminen por
desplazar a las realidades labradas meramente desde el egoísmo. Lo peor, simplemente quedará obsoleto y relegado por lo mejor.
Es posible
que antes de ese momento las cosas parezcan empeorar pero matemáticamente si la
única dirección del espíritu es la evolución hacia delante, en algún momento
del tiempo esa evolución tendrá que alcanzar suficientes cotas de paz y
bienestar global.
Lo que en el mundo de los fenómenos físicos llamamos sometimiento en el mundo espiritual es pulido. El espíritu se
engrandece en la adversidad. Nada habrá perdido cuando las cosas parezcan ir lo
peor posible porque el triunfo nunca será de lo efímero y temporal, propio de ese mundo físico de fuera, sino de
lo que nunca se acaba y siempre permanece dentro de cada uno, la consciencia.
Si no puedes cambiar lo que
sientes, si puedes cambiar lo que haces.
Haz algo hermoso, dar,
regalar, empezar una nueva actividad bella, bondadosa o satisfactoria.
Cuando haya pasado el
tiempo comprobarás que este comienzo ha crecido en frutos y si miras para
atrás, llegarás a decir: si no hubiera sido por aquel dolor tan inexplicable no
hubiese llegado hasta aquí ni hubiese vivido las cosas hermosas que estoy
viviendo ahora.
Hacia lo profundo se llega
desde la velocidad al revés, la aceleración hacia la lentitud, hacia el
nanosegundo, hacia donde seguramente no habrá más que silencio.
Alejados de nuestra era de
la rapidez que no deja sentir ni vivir.
Cuando descubrimos un nuevo
paradigma o punto de vista que contradice al anterior, es fácil, por la emoción
que suscita el ser poseedor de algo nuevo, el negar o condenar lo anterior. Y
lo curioso es que la mayor parte de las veces, ambos puntos de vista pueden
coexistir.
Si hay algo que enseña la
vida es que es la diversidad de realidades la que da lugar a un mundo más rico
y avanzado.
La vida es más lo que
ocurre que lo que deseamos. Aunque curiosamente lo que deseamos es parte de lo
que ocurre.
¿Hasta qué punto nuestros deseos
los decidimos nosotros?
Dos tipos de deseos existen. El que te empuja a vivir
y el que te lastra con su apego a lo que no es.
El sufrimiento es el desfase entre lo que nos gustaría que fuera y lo
que es.
Esta diferencia es debida precisamente a la diversidad. Diversidad implica
diferencia.
Es lo que tiene vivir en este mundo de la división.
Y entonces es cuando descubres que la seriedad es levedad.
Juzgamos al mundo con el más riguroso de los rigores hasta convencernos
que podemos poner nombre a lo que es causa y a lo que es efecto. Trazamos así
múltiples líneas de lo que antecede y de lo que provoca. De lo que recibe y de
lo que percibe.
Pecado. Culpa. Responsabilidad. Malo. Equivocado.
¡Cuán atrevido resulta hacerse descubridor de lo errado y de lo
acertado!
Son tantos y laberínticos los intrincados caminos que se cruzan, solapan
y trenzan.
Son tantos y laberínticos los intrincados pensamientos que dan lugar a
todo lo demás.
¿Es realmente tan responsable el ser humano de sus actos?
¿Tienen realmente tanto peso moral como multitud de ideologías nos hacen
creer?
A estas máquinas de vivir, que somos, la variabilidad de acontecimientos
condicionada a su vez por la variabilidad de sucesos es tan alta, que empiezo a
sospechar que lo que entronizamos como serio tal vez sea más leve de lo que
imaginamos.
Vivir ya supone desgastar, aumentar entropía a nuestro alrededor,
fulminar ingente vida microscópica a nuestro paso, consumir nuestra frágil
salud.
¿Qué pecado existe en experimentar con vehemencia, vivir con intensidad
hasta quemarse, en hacerlo mal por querer hacerlo bien, en abrazar las
emociones más caras y en tomarle el pulso a la vida?
Hoy quiero homenajear a quienes peor lo hacen, porque de ellos será el
triunfo del existir.
Saber perdonarse a sí mismo. El perdón más valiente de todos.
¡Párate y
mira a tu alrededor, incluso tus preocupaciones!
Tanto lo que
deseas como lo que temes es temporal. Eso prueba la naturaleza onírica e
insustancial de lo que llamas realidad. Al descubrir que ambas cosas son
externas a ti y no son tú mismo, descubres que lo único que existe es tu
consciencia.
Si ahondas
un poco más, te das cuenta que tu única realidad es el presente y que tras las
puertas del presente sólo hay luz esperando a ser destapada.
¿Pero qué
pasa con los despilfarros que no son explícitos?
La comida
que sobra tras el descomunal banquete, que nadie te pidió que hicieras.
La luz
desorbitante que ilumina calles, carreteras, polígonos industriales. En
definitiva que tantas veces ilumina nada hasta contaminar todo, el cielo,
tapando la poética luz de las estrellas. ¡Cuánto petróleo se quema para
iluminar… nada! Esas luces que se ven desde el espacio cuando miramos a nuestra
esférica casa no son sólo un gracioso plantel de luces, son petróleo ardiendo.
Despilfarro
es que los presupuestos en armamento sean desmesuradamente tan grandes en
comparación con lo que necesitaríamos para acabar con el hambre en el mundo.
Porque hay
grandes y pequeños despilfarros. Pero los pequeños también son grandes porque
se suman a muchos otros pequeños hasta ser grandes. ¿Cuántos de estos
protagonizamos la gente corriente cuando nos empeñamos en llenar neveras y
despensas a tope en vez de racionalizar meticulosamente lo que compramos y
realmente ingerimos?
Y ¿Cómo no?
Esas fiestas de cumpleaños que ahora convertimos en indecentes actos sociales
donde los peques son desbordados de regalos con los que nunca llegarán a jugar.
¿Qué mensaje les estamos transmitiendo al rodearlos tan ávidamente de tanta
materia?
El
despilfarro es el pecado de la sociedad opulenta que se ve miopemente así misma
como algo simplemente normal. Es lo normal, dicen. Lo habitual.
¿Y tomar un
avión simplemente para ir a tomar fotos y bañarse en las antípodas de tu casa,
en unas aguas que siguen estando compuestas del mismo hidrógeno y oxígeno que
la playa de al lado?
Despilfarro
es la escala grande que no cabe en la T(t)ierra hasta acabar echándola fuera
como quién saca al pajarillo del nido. Es crecer y crecer sin límites, más, más
y más. Despilfarrando el aguante mental de trabajadores, condenándolos al más
absoluto estrés. Es el despilfarro las grandes (empresas) cuya avaricia no
conoce límites. El capital se adueña de las mentes de sus dirigentes y accionistas
y ya no se conoce lo comedido, la escala humana, el don de la afectividad justa
que se sabe en su medida y lugar.
Despilfarro
es consumir, consumir y consumir. Porque ya no hay planeta que lo aguante. La
sangre de la Tierra se acaba, los minerales escasean, el agua limpia se agota y
la tierra se exprime hasta quedar vacía de nutrientes.
Cuando se
normaliza la barbarie hasta verla como lo normal, como el ¡no es para tanto! es
cuando dejamos de ser habitantes de la gran casa y pasamos a convertirnos en extraños,
usurpadores y colonos.
Convivimos con las
diferencias. Y eso nos hace más humanos, tolerantes y enriquece la diversidad
social. Ser capaces de respetar diferentes puntos de vista da mucha paz de
espíritu, nos aleja del ensimismamiento del “tener la razón”. A fin de cuentas
más vale ser feliz, que tener razón. Tener razón puede resultar hasta ridículo.
La verdad es inefable y la complejidad de la realidad difícilmente se hace
asible con unas simples palabras. Pero creo que hasta aquí hemos tratado con
“palabras”. Y no realmente realidades.
Digamos que en las
tertulias nos podemos permitir exponer nuestros argumentos y respetar los de
los otros.
Pero ¿Qué pasa cuando las
diferencias de puntos de vista trascienden la mera tertulia y ponen en juego la
vida misma?
¿Serían respetables los
puntos de vista de los causantes de terrorismo, tortura de animales,
explotación de personas o de la quema de un bosque?
Es fácil “hablar” de
respetar las diferencias cuando lo que está en juego sólo es una conversación
pero cuando están en juego más cosas todo se complica. Y entonces si queremos
hablar de querer aplicar el Amor, la búsqueda del bien común y el respeto al
libre albedrío, entramos en un conflicto. ¿Cómo se podría aplicar, por ejemplo,
el respeto al libre albedrío del otro, cuando atenta e intenta hacer sufrir a
otro tercero? Tratar de detenerlo podría incurrir en cierta violencia. Si nos
enfrentamos a él podríamos caer en la paradoja de aplicar dolor en nombre del
Amor. ¿Cómo se puede aplicar el Amor o la búsqueda del bien común, entonces?
¿Dónde está la frontera en
el respetar las diferencias?
¿Hasta cuanto se pueden
respetar las diferencias?
¿Qué pasa cuando los puntos
de vista del otro no son causantes directos de las más duras realidades, pero
si indirectos a través de la indiferencia, del consumo irresponsable o del
apoyo intelectual?
¿Son entonces respetables
las diferencias o llamamos simplemente “respeto a las diferencias” a una cómoda
o hipócrita diplomacia de salón de tertulias?
Decidimos a
través de una mente programada múltiplemente donde cada segmento de pensamiento
está determinado por una mejor opción, según nuestra experiencia pasada.
Todos estos
segmentos se unen en una compleja cadena o multi-estructura determinada.
De tal
manera que cada segundo de nuestras vidas están siendo precipitado por el
anterior, que a su vez es precipitado por otro sub-anterior, de acuerdo a una
estructura de pensamientos yacentes en nuestra mente.
Si a esto
sumamos que las circunstancias que nos encontramos fuera vienen impuestas.
¿De qué
grado de libertad gozamos?
¿Tan
responsables somos de lo que pasa en nuestras vidas?
Al igual que
no puedes volar, ni puedes alcanzar objetos más allá de la extensión de tus
brazos, ni trasladarte instantáneamente de donde estás a donde imagines, las
decisiones que pensamos que son nuestras de alguna manera pertenecen a lo
dictado por nuestra programación mental, nieta directa del universo.
De hecho si
no fuera así, en nuestra rutina diaria, ante la complejidad de este mundo, nos
quedaríamos parados, sin avanzar, sin movernos, esperando hallar la mejor
opción.
Y sin
embargo, nos dejamos llevar. Porque sabemos, que en parte, es lo más razonable.
Pero también
sabemos que en medio del contexto de nuestra mente determinada, siempre podemos
optar por una actitud diferente ante lo que nos encontramos, demostrando más
compasión, capacidad de perdonar, humildad, ecuanimidad, contemplación,
empatía.
Existe un
punto minúsculo y a la vez infinito que es nuestra voluntad, verdadero panel de
mandos de la mente. Aunque tan a menudo ¿olvidado?
Tal vez la
verdadera libertad resida ahí. No en lo que traemos pegado a nuestros cuerpos,
mente e historia. Sino en lo que somos capaces de ofrecer desde el instante
presente de la presencia, otra manera de mirar, otra manera de pensar.
Simplemente
rompiendo la inercia, negando al pasado, renunciando a lo que se espera,
contradiciendo al mismo determinismo, inventando lo contrario, retando a la
mente programada, desobedeciendo al mundo, dando donde los demás quitan, amando
en vez de ajusticiando, mirando como si fuera la primera vez.
Tal vez la
verdadera libertad se geste haciendo algo diferente.
Dicen que
una vida sólo es digna de existencia cuando son dignas sus circunstancias.
Aunque yo
digo que una vida es digna por el mero hecho de existir y ser vida.
A veces se
confunde, incluso dignidad, con autonomía y concordancia con el entorno.
Pero cuando
me quedo mirando un bebé o infante, con su aún “inmadurez” en relación a su
entorno “adulto”, desprovisto de cualidades para resultar políticamente
“correcto” ...
Cuando me
quedo mirando un anciano cuyas facultades de raciocinio y memoria empiezan a
mermar…
Cuando me
quedo mirando una persona de movilidad reducida y dependiente…
Cuando me
quedo mirando esas imágenes de fetos en gestación con minúsculos corazoncitos
palpitando…
Cuando me
quedo mirando desde el animal más evolucionado hasta el bichito más pequeño…
No son las
facultades fisiológicas y sociales lo que nos hacen más o menos humanos o más o
menos vivos, o más o menos dignos de seguir vivos, sino un algo invisible
llamado tal vez vida, consciencia, alma o esencia, algo que significa grandeza
y transcendencia, algo sobretodo invisible y monumental, algo sagrado y
glorioso,
eso que se
justifica a sí mismo…
Denunciar y
no aceptar una injusticia es una forma de lucha, con toda la carga enjuiciadora
que supone el oponerse y enfrentarse a algo que queremos cambiar. En definitiva
el querer invadir algo externo con nuestra voluntad. El enfadarse, el
indignarse. Una emoción negativa.
Pero no
aceptar una injusticia y trabajar por cambiarla también es una forma de bondad,
de compasión, de búsqueda del bienestar del otro, un tributo a los grandes
ideales, un verdadero sentido del vivir, trabajar por un mundo mejor, la
revolución. Una emoción positiva.
¿Es normal
que convivan emociones tan opuestas en el mismo hecho o existe una tercera vía
que provea de absoluta paz en sus medios y fines?
Cuánto más
dinero, más poder.
Gastar el
dinero nunca fue algo neutral.
Algunos
piensan que sólo importa el cómo lo ganes. Pero no el cómo lo gastes.
Cuando
gastamos el dinero nos convertimos en inversores, financiadores, co-creamos el
mundo a donde llega.
Cuán grande
se hace la responsabilidad de tener dinero en cuánto las sumas poseídas crecen,
se ahorran y compran cosas.
Cuánta
especulación destructiva de tejidos sociales.
Cuánta explotación
humana y animal.
Cuánta
crisis y podredumbre económica genera el dinero que se congela en ahorros
suntuosos o se pone en movimiento en la compra inconsciente.
Ya no sólo
es más o menos ético el dinero que se gana sino el que se usa.
Y cuántos
nuevos paraísos sociales, lazos cooperativos y bienestar biológico surgen de la
apuesta, la innovación y la credulidad hacia otro mundo posible.
¿Por qué
cuesta tanto entenderlo y seguimos tratando el dinero con el pragmatismo e
indiferencia del que sólo busca beneficio y servicio propio, sin mirar lo que
construye allí donde llega?
La distancia entre lo ideal
y lo real, entre lo perfecto y lo imperfecto, entre lo que es y lo que
deseamos, crea una tensión, una contrariedad o conflicto.
Ante ello tenemos cuatro
opciones:
Todas ellas se podrían
representar en dos direcciones y cuatro sentidos.
La primera opción: Es
horizontal y hacia la derecha, hacia delante. Reaccionar con egoísmo, haciendo
daño a las personas implicadas o que se ponen por delante.
La segunda opción: Es
horizontal y hacia la izquierda, hacia atrás. Huir. Sin enfrentamiento pero sin
resolución, ni vivencia de la experiencia. Esta queda pendiente, pues.
La tercera opción: Es
vertical y hacia abajo. Resignarse. Quedarse quieto sufriéndola. Hundirse con
ella.
La cuarta opción: Es
vertical y hacia arriba. Trascender. Aceptación con Amor, cambio del punto de
vista y pro-actividad. Perspectiva amplia y desde arriba. Con el consiguiente
aprendizaje, mayor unión con las personas y elevación de la vibración del
espíritu.
Incluso en las miles de
millones de vida de este planeta.
¿Es casualidad que la
rutina se estire y los eventos en emociones intensas confluyan habitualmente?
(Aquello que las desgracias vienen juntas o la fortuna)
¿Es casualidad que unos
sean afortunados y otros experimenten épocas donde avanzar en la vida es como
atravesar una charca de fango?
¿Es posible que la historia
y las personas lleven su propio ritmo y no podamos acelerar los cambios más allá
de los límites del ritmo?
¿Es posible que nazcamos
con una lista de objetivos, con una misión más personal y otra más social?
¿Nos relacionamos las
personas con personas predestinadas?
¿Realmente hay tanta
casualidad o realmente la inteligencia que emana de todas las leyes físicas es
extensible a la lectura inteligente que emana del recorrido genuino de la vida
de cada persona?
¿Qué diseño
ilusorio dota a las relaciones, actividades y conversaciones humanas de
sentido?
Cualquier
movimiento mental en este mundo es un consenso social, la urdimbre sutil que
convierte en nota discordante o salida de tono una cosa o en triunfal otra.
Así se
trenzan relaciones, política, encuentros, grupos de amigos, proyectos
profesionales.
Resulta tan
endeble, frágil, a veces ridículo, lo que consideramos normal o razonable y lo
que no.
La palabra
realidad, tan desgastada y denostada, me cansa. Me cansa porque siempre se
refiere a constructos ilusorios, contratos ilusionantes. A disposiciones
pactadas, a formas intemporales. Y es porque, simplemente, suena con fuerza y
se impone visualmente a lo que se refiere, por lo que le damos crédito.
Empiezo a
sospechar que por encima, por detrás o por debajo de todo esto hay algo más,
hay algo más donde todo es perfecto y no hay peros, ni disonancias, ni
conflictos, ni encontronazos. Donde simplemente estamos y somos, en comunión
con todos, sin más teatros, ni puestas en escena, ni deberes, ni leyes, ni
causalismos.
Donde
simplemente todo es paz.
Las cosas vistas desde
fuera se idealizan, atemorizan o se juzgan.
Es de dentro desde donde
realmente se ven.
¿Cuántas cosas sobre las
que sufrimos, anhelamos u opinamos son cosas que realmente vivimos desde
dentro?
Nos sorprendería comprobar
que una ínfima parte, relacionadas con nuestra rutina laboral o social. Las
cuestiones verdaderamente sobre las que nos toca vivir el presente, y en
definitiva vivir de verdad.
¿Por qué nuestra sociedad
tiende a marginar en un primer momento al que, o lo que, es diferente en vez de
engalanarlo con la mejor de las admiraciones por ser especial y original?
La historia del universo conocido es la historia de
la separación, de la fragmentación, la división. Mirad si no, como de un único
átomo de hidrógeno salieron el resto de elementos atómicos. De cómo de una
estrella salen varios planetas orbitando alrededor de ella. De como de una
célula salen tal cantidad de seres vivos.
Nos emocionamos ante la diversidad.
Pero ¿Quiere competir la diversidad, tan llena de
conflictos, con la unicidad llena de armonía?
Y seguimos. Porque uno de los hijos del universo
decidió seguir dividiendo.
El ser humano es un genio de seguir separando lo que
previamente yacía unido.
El principio activo de la planta, el animal de la
naturaleza, la persona de su comunidad, el sexo del amor, la información del
conocimiento, la fotografía de lo fotografiado, el dinero del trabajo, el
tiempo del trabajador, la especialidad de lo integrado.
Cosas y más cosas, mercancías y más mercancías. Cada
vez el mundo se puebla de más cosas, que no son otra cosa que más y más
divisiones.
Y cuánta más separación más oportunidad de sacarle
beneficio a ese puente que queda roto o ese nuevo valle ante el que hay que
construir un puente nuevo.
Y sin embargo, es tanto el anhelo y la sed de
integración, comunión y reencuentro.
Todavía intuyo y anhelo, que en algún lugar de la
existencia futura yace todo unido, como una gran unidad cósmica que se recrease
así misma en infinita armonía.
Algunos dicen que valorar
el dolor es cosa de “catolicismo trasnochado”.
Pero ¿qué pasa cuando el
dolor llama a nuestra puerta?
No podemos vivir dándole la
espalda constantemente al dolor.
El dolor es compañero en
varios momentos de nuestras vidas.
Y tarde o temprano aparece.
¿Qué es el dolor
exactamente?
¿Una distancia excesiva
entre la propia homeostasis corporal en estado de equilibrio interno y un
entorno físico que impide dicho equilibrio?
¿Una distancia excesiva
entre la codificación mental individual y la codificación del entorno social?
Por alguna o varias razones
se crea esa “incoherencia” entre lo que deseamos y lo que ocurre.
Es entonces cuando el dolor
se hace “inevitable”, cuando toda una suerte de enfoques se hacen útiles.
Tal vez cuánto más fuerte
es el dolor, más excusa para hacer lo único que podemos hacer en ese momento de
angustia adherida: Amar.
Amar es un acto volitivo
procedente de aquella parte inexpugnable de nuestro cuerpo-mente, la
consciencia con capacidad de decidir. El amor nunca podrá encarcelarse.
Si no podemos controlar las
circunstancias o la enfermedad si podemos optar por hacer arder nuestro corazón
con cualidades amorosas como el darnos a los demás o agradecer, por absurdo que
parezca.
Saliendo de mí, estando
pendiente del otro, empiezo a olvidarme de mí, y por tanto del dolor que yace
en mí. Pongo mi atención hacia otro lugar.
Si te duele es que “estás
vivo”.
El dolor existe porque el
placer existe y es digno de ser vivido igual.
Si huimos de él es porque
está haciendo de motor para nuestra evolución.
Tal vez dejándonos sentir
el dolor en nuestros cuerpos y aceptándolo abriríamos las vías a la percepción.
Tal vez las contrariedades,
los problemas, el dolor los use nuestra parte mental más transpersonal para
avisarnos de algo a aprender.
Tal vez sintamos dolor
cuando nos aferramos a nuestras expectativas, ofreciendo resistencia al
verdadero rumbo, a la realidad que es. Entonces el dolor es un indicativo de
que nos habíamos salido del camino o de que no estamos teniendo una percepción
correcta y transcendental.
Tal vez tratando con
agradecimiento esa contrariedad empecemos a ver sus bondades. Ese es uno de los
premios más inmediatos.
Tal vez “el sufrimiento”
sea un miembro más de nuestro “ser holístico” que nos “sirve” para transmutar
nuestro ser humano primitivo hacia el “ser despierto”. Y a veces, cuando no se
puede superar, simplemente se puede integrar como si fuera una parte más de
nuestro cuerpo, normalizándolo.
Tal vez el momento más
doloroso podría ser el aviso definitivo para dar ese salto de consciencia a y
donde la segunda mente es la que triunfa: la mente del Amor, la mente que no
juzga el dolor sino que se permite navegar por él, que lo observa de lejos.
Tal vez el dolor más
insoportable sea el que me saque de mí mismo para llevarme al Amor que está por
encima de mi sentir corporal y me obligue a Crecer. Un dolor físico o mental
muy intenso nos puede obligar a “descender” a las aparentes inexpugnables
profundidades de nuestro ser, donde sólo reside la paz.
Y en el momento en el que
parezcan flojear nuestras fuerzas, proferir y repetir: ¡Yo tengo el poder!
¿Las sensaciones de
angustia son la forma ignorada de “Iluminación”?
¿Es el sufrimiento las
cosquillas del alma? ¿Una forma de ”placer” tan compleja que sólo se revela al
final de su plena experimentación?
¿Es el dolor una forma de
aprendizaje y sanación avanzadísima, no consciente, por los altos niveles que supone?
¿Acaso no se raja el
vientre de la madre para dar a una nueva vida o la fiebre mata al invasor
microscópico para devolvernos la salud?
¿Qué es exactamente el
dolor?
¿Algo de lo que huir o algo
a comprender?
En la medida que el dolor rompe la autocomplacencia
nos podemos desconectar de la búsqueda de felicidad en el mundo físico y de los
fenómenos.
Y ahí es cuando se abre ese espacio interior cuya
única naturaleza es la consciencia.
Entonces corroboramos que el contentamiento viene de dentro, no de fuera, viene de estar en paz con uno mismo, conectado con nuestro interior. Lo que ocurra fuera es irrelevante.
Dar la espalda a los
acontecimientos sociales y al ser político que llevamos dentro en nombre de la
trascendencia espiritual o dar la espalda a la espiritualidad y la visión
holística de la existencia en nombre de la implicación y la acción social.
He conocido los dos grupos
de personas.
¿Por qué no las dos cosas a
la vez?
¿Por qué no el abrazo de la
vida terrenal con la inspiración profunda de lo invisible?
¿Por qué tantas dicotomías
y bandos de conocimiento?
Si haces
esto dejas de hacer lo otro.
Si alabas a
esta persona condenas a aquella otra.
Si te
pronuncias en aquello olvidas lo de más allá.
Si sigues
esta ideología desprecias la otra.
Si amas a
unos eres indiferente a otros.
Si aceptas
dejas de mejorar.
Si eres uno
no eres el otro.
Si miras
esto te pierdes el resto.
Incluso con
la mejor de las intenciones vivir en este mundo es vivir en un laberinto lleno
de espejos donde ser luz implica crear sombra.
Hay algo que
se nos está pasando por alto.
¿Cómo se
transciende esta dualidad?
¿Es la mente
y su mundo tan sólo una opción más de la Consciencia Pura?
Si la ética que entendemos
algunas personas impela a hacer razonamientos y llevar acciones acabo que
favorezcan a los demás.
¿Cómo con esos mismos razonamientos de hacer las cosas bien podemos entender y
aceptar que otros las hagan mal a sabiendas del daño causado?
Puedo entender que se hagan
mal desde la ignorancia y desde la inconsciencia. Pero y cuando la falta de
ética se sistematiza e institucionaliza como cosa sabida y premeditada.
¿Qué tipo de forma de
pensar puedo generar para poder perdonar esa falta de ética? Puesto que el tipo
de pensamiento que me lleva a hacer el bien no entiende cómo se puede hacer el
mal. Aceptar el daño causado ¿no sería alienarme con esa forma de pensamiento
carente de escrúpulos? ¿No sería una forma de masoquismo al consentir en mí lo
que no deseo para el otro?
¿Dónde está la frontera entre
el defenderse y el perdonar?
Me hablaron
de Ti cuando era pequeño.
La verdad es
que me contaron muchas cosas pero las que realmente calaron en mí fueron las
que emocionaban mi corazón. Curiosamente las que compartieron mis padres,
abuelos y tío conmigo.
Ocurría cada
noche, cuando ya en la cama y con la luz apagada empezábamos a Recitar a la
misma vez. Y luego, con dulzura, mi madre me contaba.
Yo me
quedaba muchas veces imaginando. Imaginando lo feliz que sería estar en Su
presencia.
Ahora me he
hecho mayor. Y de todas las palabras turbulentas que oí en tantos sitios sólo
me queda lo que en su momento me llegó al corazón. Lo que dulcemente me
susurraban en casa.
Ahora pienso
en Él a menudo. Le pregunto, le pido. Tal vez demasiadas veces. Pero también Le
pienso, Le considero, Lo anhelo. Y cuando soy capaz de parar y hacer el
silencio… una puerta se vuelve a abrir.
Hubo en un
tiempo, Alguien que nos habló de Él con verdadera pasión. Ocurrió hace dos
milenios en una tierra, hoy maltratada por el rencor.
Ese Alguien,
Maestro de maestros, Rabí, Hermano mayor, nos recordó con fuerza el fin último
del alma, que a la vez, es presente continuo, el Amor incondicional. Ese
precisamente que le cuesta tanto a mi espíritu impulsivo.
Pienso en
Él, también, con especial cariño. ¿Cómo no amar a Aquel que ama sin
condiciones, que siempre tiene una mirada para ti, un regazo, unas manos
tibias, un abrazo persistente y que con tanto ahínco nos hablaba del Padre y
nos recordaba que podíamos ser cómo Él?
En las bajas
horas de la humanidad, que parecen haber durado un suspiro pero se estiran
desde los tiempos más polvorientos de la ignorancia, necesitamos tanto recordar
Su ejemplo. Siempre fue así de sencillo. Pero nosotros lo hemos complicado
tanto creando ideologías, codicia, indiferencia, miedos. Aunque entiendo que
vivir cansa, cansa mucho. Y todo es muy complicado.
Siento que
este momento crepita como la leña del hogar, que se enciende cálidamente al son
seguido de estas palabras.
Esta vez no
lo ocultaré. Es Navidad.
Adaptar nuestros deseos en equilibrio con la
naturaleza y las necesidades esenciales comunes.
Nos pasamos
la vida intercambiando con nuestro entorno.
Es lo que
nos mantiene con vida y añade historia a nuestra historia personal.
Hasta tal
punto que el esperar justicia de las relaciones es algo que se da por añadido
en nuestro sentir colectivo. Nos preocupa muchísimo lo justo. El equilibrio
entre lo que damos y recibimos. Aunque curiosamente el Amor sea capaz de
transcender esta expectativa, dando sin esperar recibir a cambio. La extensión
del alma desde la generosidad.
Economía:
Dícese del intercambio de energías de diferente forma pero similar esfuerzo.
Poseer un
tipo de energía determinado tiene que ver con haber desarrollado el esfuerzo
necesario para conseguirla.
Obtener una
nueva forma de energía es aumentar el cómputo de experiencias personales.
¿Intercambiar
podría ser una manera de relacionarnos y por tanto de manifestar la vocación de
los seres humanos a la unión entre ellos?
Experiencia
e intercambio se convierten, así, en el propósito del espíritu humano.
Yo
no veo niños, ni ancianos, ni adolescentes, ni adultos.
Yo
veo, simplemente, seres humanos.
Los mayores están en el
mundo para ayudar a caminar a los pequeños y los pequeños vienen al mundo
para recordarles a los mayores lo que habían olvidado.
Una educación basada en el
aleccionamiento de datos y más datos, que la mayoría olvidamos al cabo de un
año. Donde se le llama educación a tener a treinta alumnos en posición sentada
durante horas mirando en la misma dirección (hacia el profesor), por no contar
las que les quedan en casa haciendo “deberes”.
Manifiesto que muchos
echamos de menos que se preste mayor atención al desarrollo de cualidades como
el sentido crítico, la salud emocional y corporal, la creatividad, la “emprendeduría”
e iniciativa, la expresión de las emociones, el seguimiento de los alumnos
víctimas del acoso entre compañeros, una verdadera educación en valores sobre
ecología y derechos humanos con miras a la situación global y actual, una
educación donde el aspecto físico del cuerpo (que no la competición) tenga
mayor presencia, así como el desarrollo de los oficios y el uso de las manos,
donde los alumnos inter-actúen más entre ellos en el aula, donde en las edades
más tempranas se ofrezca más libertad de movimientos y trabajos al aire libre.
En vez de este manifiesto
tenemos incontables materias, necesarias sí, pero excesivas en datos.
Materias seleccionadas del
cúmulo de saberes del planeta, que de seguro excede esta selección.
En vez de este manifiesto
tenemos un ministerio más preocupado por programas educativos enfocados a la
universidad y al convertirnos en mano de obra diestra para grandes empresas,
que en formar individuos independientes con ganas de “crear” empresas,
proyectos y repensar la existencia y otra sociedad.
En vez de este manifiesto
tenemos la castración vital de niños y adolescentes, que para cumplir y ser
buenas personas, se pasarán toda su juventud calentando el cerebro en pupitres
y mesas de estudio olvidando otras realidades.
Yo me siento agradecido en
parte al sistema, porque creo que le saqué partido, pero entiendo que no se
debería generalizar un único sistema a millones de individuos genuinamente
diferentes.
Tal vez el fracaso escolar
tenga que ver con estas cosas. Y basta ya de echarles la culpa a críos, que
para algunos son “adultos” en formación, pero que para otros son seres humanos
que sólo quieren ser felices. ¡¡Y ser más inteligentes y tener más memoria no
es garantía de felicidad!!
La prueba del sistema
educativo actual es la sociedad que tenemos (sin quitar responsabilidad a los
padres, a los medios de comunicación y a las grandes corporaciones).
Sólo aquellos individuos
que ya de por sí tienen sensibilidad son los que se replantean las cosas, el
status quo. Y el sistema educativo debería garantizar que fueran todos, porque,
a fin de cuentas, los actores sociales que se atribuyen la palabra educación
son las guarderías, colegios, institutos y universidades.
Mi pregunta, nada retórica
y si revestida de profundo interés es:
¿Entran todos estos
planteamientos expuestos, que si hacen referencia a una verdadera educación,
con tanto énfasis en las múltiples reivindicaciones de los profesores de este
país?
Ese constructo mental, amasijo de pensamientos inacabables.
Siempre juzgando, presumiendo, quejándose, esquivando, embelesado con este mundo de ilusiones impermanentes que aparecen y desaparecen. Ilusiones de experiencias, ilusiones de personas, ilusiones de formas.
Siempre me da razonamientos para desear otra cosa diferente a lo que es.
Me ha acompañado largo tiempo con su pequeña visión de la existencia.
¿Cuántos eones lo arrastro?
Lo miro y parece como una pequeña nube de encadenamientos psicológicos.
Se pasa la vida acechando y opinando. Siempre opinando y haciéndome creer que es importante, incluso que él soy yo.
El otro día empezó otra vez. Y entonces dije: – Voy a aceptar las cosas como son. Creo que no le hizo ninguna gracia. De hecho, pareció que se daba la vuelta y se marchaba algo compungido.
Hoy no lo oigo mucho. Lo veo así como un poco en la lejanía. Y sin embargo yo me siento relajado. De hecho he empezado a olvidarme un poco de mí mismo. Y qué curioso. Es tan relajante.
Olvidarse de uno mismo es tan relajante.
Olvidarse de juzgar es tan relajante.
Olvidarse de esta carcasa fabricada de materia de ilusión es tan relajante.
Sentirse en paz como observador es tan relajante.
Descubrir que no soy pensamientos sino consciencia pura es tan relajante.
Comprobar que desde la nada de pensamientos es cuando se puede desplegar el Amor sin límites. Y… que es tan relajante.
Y es que… Estuvo dándome tanto la tabarra que al final ¿sabéis lo que hice?
Mandé “a tomar por el culo” al ego.
(Con todo mi respeto hacia esa práctica sexual. Es una expresión)
EGOISMO
El egoísmo es pegajoso, sigiloso y anestesia.
Siempre disfrazado y tantas veces oculto bajo la
apariencia de sufrimiento.
Porque el egoísmo es sufrido. Es exigente y siempre
espera más.
No puede nuestra realización y transcendencia depender
de algo externo que pueda o no pueda ocurrir.
Si es transitorio… es prescindible.
Entonces… ¿Qué es lo que permanece?
Una vez más… nuestro ser amor.
¿Es el ser humano un
cazador de emociones?
Es posible que unas sirvan
para aprender.
Pero ¿Y otras? ¿No serán
tal vez otra forma de golosinas?
Cada historia de
circunstancias es un cuerpo de emociones. Unas veces tratamos de evitarlas,
otras las padecemos, otras las ansiamos, en otras nos deleitamos, otras las
buscamos ferozmente. Pero no dejan de ser realidades inventadas, estructuras de
ilusiones, experiencias con este nombre o aquel otro.
Si estas experiencias con
nombre son el qué. El cómo decidamos sentirnos y responder en cada una de ellas
es el cómo.
Somos los escultores de “el
cómo” y los habitantes de “el qué”. Pero la mayor parte de las veces nos
obsesionamos con ser los escultores de “el qué”, cuando resulta que el qué es
tan fútil, etéreo, contingente e “impermanente” como la sombra de un árbol.
Hay un tipo de Amor que no
consiste en adorar la forma-ilusión que creemos que es la persona que tenemos
delante sino que consiste en “responder de llama a llama”.
Como dos velas ocultas bajo
sus ropajes que se tocan a través de un fuego invisible.
No se trata de simplemente
escoger un objeto ilusorio sobre otro (enamorándonos como nos enamoramos de
atributos: físicos, personalidad, gestos, circunstancias, virtudes, palabras)
sino de ser capaces de profundizar en el amor hacia la persona o personas que
tenemos delante de nosotros en nuestra cotidianeidad.
El amor de pareja entendido
de la primera manera o se convierte en un complaciente medio de llegar a
alguien o puede llegar a convertirse en una trampa de insatisfacción constante.
Pues lo ilusorio (propio de los sentidos) es tan etéreo como una nube. Tanto
por cuánto cambian nuestras sensaciones en el tiempo como que el otro no es eso
que percibimos sino la consciencia invisible que anida en él. Nos enamoramos
tantas vece del efecto que causa el otro en nosotros.
Sólo el amor da sentido a
las relaciones. Sólo el amor que se siente en la medida que se da y no en la
medida que se ensueña o espera ser sentido, pues esperar apela a recibir,
buscar para sí. Y amar es sólo dar.
¡Cuántos enamoramientos
platónicos se ahorrarían en aquellos que aman a quien no es cotidiano!
¡Cuántas parejas en crisis
que dicen no sentir ya nada se amarían con más fuerza aún!
Es el amor del alma frente
al simple amor que llaman del corazón (o la mente).
Enamorarse, enamorarse es
cuando lo que sientes se puede convertir en ofrenda, expandiéndose hasta más
allá, sin nombre ni apellidos, saltando condicionamientos y velando con mimo y
cuidado al ser con el que el amor puede ser compartido.
Somos física, energía,
mente y espíritu a la misma vez.
No es de extrañar que
muchos problemas de salud que acaezcan en una de estas partes puedan ser
resueltos desde otra.
Cada ser humano sostiene
una suma de percepciones del mundo, un grupo de percepciones. Toda una
colección particular de limitaciones o condicionamientos.
Por ejemplo. Yo puedo ser
izquierdas y ser amante del baile, afín al cristianismo y forofo del mar.
En la medida que estas
percepciones se hacen comunes a grupos de personas, se establecen climas de
equilibrio y paz. Nos entendemos.
Existen de todo tipo:
profesionales, sociales, amistosas, culturales, religiosas, geográficas,
aficiones.
Cuando nos relacionamos con
personas de similares puntos de vista perceptivos nos llevamos bien. No es meritorio.
Es limitativo.
Y ¿Por qué funciona el
mundo? Porque creamos una telaraña repleta de intersecciones de conjuntos de
grupos de percepción personales donde “casualmente” sólo se crean los enlaces
entre personas que comparten una percepción común. Gracias a ello el mundo
“funciona”. Pero frágilmente.
¿Estamos llamados a
transcender esta limitación?
Somos una especie en vías
de evolución pero nos falta algo más que un hervor.
Cada uno con su cantinela y
en su grupo de similares.
Formamos mini-grupos de
limitaciones o condicionamientos.
¿Para cuándo algo más?
ENTRE
Vivo entre el extremo de la introspección y el extremo de la globalidad del planeta, ese lugar donde es común el soñar.
Nuestra
naturaleza individual nos obliga a mirar por nosotros.
Necesidad de
supervivencia, búsqueda de satisfacción.
Cada cosa
que hacemos por nosotros es cosa que dejamos de hacer por el entorno o cosa que
hacemos contra el entorno. Entendiendo entorno como personas, seres vivos y
amplio espectro de la naturaleza.
Es la física
de nuestra realidad. No tiene que ver con la maldad ni con el egoísmo malsano.
Simplemente somos coherentes y consustanciales a nuestra esencia individual.
Debido a ello cada día pienso que más que absolutos responsables de lo que pasa
en el mundo somos parte de ese mundo.
No somos
cada uno de nosotros contra el mundo. Somos el mundo.
Sin embargo,
como todo, existe un equilibrio.
Nuestra
dedicación al entorno empieza donde terminan de satisfacerse nuestras
necesidades individuales.
El
equilibrio entre lo que nos damos a nosotros en razón de justicia individual y
lo que damos el mundo en razón del bien común. Porque dando al bien común
recibimos recíprocamente. No podemos existir en absoluta individualidad. Y
porque dando al bien común nos transcendemos a nosotros mismos a través del
Amor.
Ideologías
políticas y diferentes pensamientos filosóficos tratan de dirimir donde se
encuentra esa frontera entre nosotros y el entorno.
Nos debamos
a nosotros mismos o nos debamos al mundo existe un equilibrio. Y ese es el
equilibrio al que estamos llamados.
La frontera,
la ecualización, la templanza, la balanza que convierte las cosas en desastre o
las cosas en sostenibilidad.
El
equilibrio que nos llama incesantemente incluso a la puerta de la rutina,
pasando por al lado de la ventana del mundo. Cuidarse o abusar. Trabajar o
descansar. Organización o esparcimiento. Introspectivo o social. Particular o
comunitario. Natural o artificial. Artesanal o tecnológico.
Complaciente
o solidario…
Por eso ya
no hay excusas para olvidarse del mundo ni proselitismo para convertirnos en
absolutos culpables de lo que pasa.
Sólo queda
el pulso, la cuerda individual sobre la que cruzar el turbulento, retador y
amplio valle de la vida.
Vivamos nuestras
imperfecciones perfectamente.
Respetemos nuestras equivocaciones.
Crezcamos con nuestros
errores.
Porque la evolución es un
sistema de crecimiento por escalones y esa fragmentación de su linealidad se
manifiesta en constante movimiento de “autotrabajo” tan sólo realizable a
través de la experimentación (péndulo de aciertos y errores). Las
equivocaciones son la experimentación de los límites del péndulo.
Las equivocaciones son
naturales, vienen consecuéntemente del poder de decisión, que es la capacidad
de avanzar, evolucionar en la vida. Por ejemplo, un niño pequeño aprende a
hablar y a andar lanzándose sin prejuicios ni miedos, aunque sepa que se va a
caer, aunque sus primeras palabras sean balbuceos o palabras fonéticamente
simplificadas.
¿Por qué sí perdonamos a un
niño su “imperfección” y no se la perdonamos a un “adulto”?
Por esa razón la duda, el
miedo y el reproche no siempre son necesarios.
No hay nada
más grande que el perdón. Y eso incluye el perdón a uno mismo.
Si te
equivocas se crea una nueva realidad. Qué esa realidad sea algo negativo o no
depende de la actitud con la que la manejemos. Por lo que un nuevo eslabón
aparentemente errado se puede convertir en una maravillosa oportunidad para
aprender algo nuevo, crecer espiritualmente, amar en una nueva modalidad o construir una gran y nueva vida.
Cometemos errores muchas
veces porque la mente necesita relajarse.
Tratar de evitar los
errores con una atención o control excesivo del entorno no nos hace felices.
Y al final resulta que lo
que llamamos errores no es más que la creación de un significado o acción que
no encaja con lo pactado, con el consenso, con lo decidido a priori por uno
mismo o por el colectivo social.
Los “errores” en sí no son
más que una interpretación específica de la realidad.
¿Cuánto de lo que llamamos
errores desde una perspectiva mayor (o simplemente a destiempo) acaban siendo
aciertos?
Y cuando descubrimos que
somos capaces de perdonarnos por el “error” cometido la sensación de liberación
y Amor a uno mismo se hace inmensa y transcendentalmente más grande que el
suceso ocurrido.
Lo que entienden nuestros
sentidos como “la lógica y sentido del mundo” no es más que un vehículo para
alcanzar algo superior, nuestra capacidad de sentir que somos Amor.
Errores. Otra oportunidad
para descubrir lo que realmente somos, por encima de los… errores.
El “qué” no puede ser más
importante que el “para qué”.
El “para qué del propósito”
imbuye al “qué del conocimiento” de ética y transcendencia.
Es entonces cuando uno se
cuestiona cuál es la cantidad de conocimiento que resulta realmente útil para
vivir cualidades morales.
Pienso en los sabios de las
tribus que no poseen internet, en los ancianos que vivieron sin libros, en los
valientes y aventureros, que despojados de cualquier academicismo decidieron
aprender por cuenta propia. Y ahora pienso en los activistas que, indignados ante el sufrimiento, no esperaron
a poseer la verdad absoluta para ponerse en marcha a luchar por un mundo mejor.
¿Es lo sabio lo que es capaz
de dictar qué conocimiento y cuánto conocimiento es necesario para simplemente
vivir honorablemente y extender la felicidad al resto del mundo?
¿Hay un tamaño de
conocimiento óptimo para aquel que es capaz de cuestionarse la realidad e
imaginar una realidad mejor?
Si el tamaño es minúsculo, lo
más posible es que sea el pesimismo el que tome el mando. Las cosas son como
son y yo no puedo cambiarlas. Y menos si no entiendo absolutamente nada de lo
que está pasando.
Si el tamaño es intermedio, uno accede a la cantidad justa de conocimiento que permite plantearse
combinaciones, de los elementos de la realidad, distintas. Con el suficiente
conocimiento uno empieza a entender lo necesario para poder imaginar algo
distinto, para terminar de reconstruir aquella parcela de la realidad que sí es
susceptible de modificación. Los activistas suelen encarnar este tipo de
patrón. Averiguan, investigan e intuyen lo suficiente como para ponerse a la
acción. El tiempo que podrían dedicar a más teoría lo usan para la práctica. Se
rigen por una especie de sentido común planetario.
Y pasa a veces, y no
siempre, que si el tamaño es excesivo la interpretación de la realidad se
empieza a tornar rígida. ¡Se toma lo que podría ser variable por constante
inamovible! Los discursos que se crean asumen la injusticia, el deterioro
medioambiental y los valores perniciosos como algo intocable. El número de
posibilidades de cambio de la realidad se reducen. ¿Cuántos intelectuales,
economistas, políticos y poderosos siguen pues justificando lo injustificable?
Como que el desarrollo del tercer mundo será cuestión de tiempo como lo fue el
del primer mundo (que por cierto se cimentó sobre el subdesarrollo de este
primero) o como que el mercado global es sagrado (abusando, sepultando y
codiciando hasta diezmar al más débil).
No me canso de aprender y de
seguir buscando. Pero el día que empiece a asumir que las cosas no se pueden
cambiar tal vez sea el día en que tenga que dejar de aprender.
Mientras, con la bandera de
la utopía, seguiré abriendo, en las estancias de mi mente, las puertas a la
imaginación y a pensar que las cosas siempre pueden ser diferentes.
¡Que la erudición nunca me
robe la capacidad de soñar!
Ansiosos porque el mundo
supere la enfermedad, la pobreza, las guerras, la delincuencia, las injusticias
y los desastres naturales, un posible y futuro inmediato escenario podría dar
exacta respuesta a tales inquietudes.
¿Alguien se ha parado a
pensar que mitigar toda esta accidentada contrariedad podría pasar por una
coherente unidad armónica de todas las partes, por un sistema social diseñado
al efecto, por un “nuevo orden”? ¿Y qué pasaría si ese orden, en nombre de
evitar dolor, injusticias y violencia condicionara la libertad de todos sus
ciudadanos con tanta sofisticación como el orden de “paz” resultante? ¿No
podríamos acabar aterrizando en un escalofriante mundo predeterminado,
esterilizado y carente de la “riqueza” emocional y creativa actual? ¿Cómo se
entendería la libertad entonces? ¿Qué pasaría con las personas que quisieran
experimentar otras posibilidades, imaginar otros mundos, atreverse a ser creadores?
Estoy seguro que tarde o
temprano llegará el mundo de paz y felicidad que ansiamos. No el descrito. Pero
este mismo descrito podría ser un posible eslabón hasta llegar al otro. Y
tendríamos que ser muy conscientes de esa posibilidad, para evitarla o superarla
lo más rápidamente posible.
El zumo es la fruta
escurrida.
La electricidad es el sol,
viento, elementos naturales radiactivos o estratos fósiles, escurridos.
Los medicamentos son las
plantas vegetales escurridas.
Las salchichas de Frankfurt
son los animales escurridos.
La decodificación del ADN
humano es el ser humano escurrido.
La nanotecnología son los
procesos moleculares de la materia escurridos.
El dinero es la energía
escurrida del sistema, susceptible de manipulación.
Esfuerzo es la diferencia
entre lo que poseemos y lo que tenemos que conseguir. Y tiene una sola
dirección: Hacia delante.
En medio, queda la
voluntad, sumada a la incomodidad del trabajo en movimiento que tiene que
elevarnos sobre nosotros mismos.
Siempre hay un esfuerzo
pendiente. A cada cual en diferente grado.
Porque siempre hay un tener
que caminar hacia delante.
“Esforzarnos, lejos de ser
incómodo, es el deporte que fortalece nuestra alma y nuestra mente”.
Son tantas las
ideas, ideologías, corrientes y formas que, no conformes con el mundo actual,
proponen alternativas. A cada cual más convencida por sí de tener la solución
perfecta. Aunque personalmente pienso que la solución perfecta es la suma de
todas ellas.
Lamentablemente
el mundo es complejo. Complejo porque somos más de 7000 millones de personas.
Complejo porque las leyes físicas a las que estamos sometidos son las que son.
Y una cosa tan tonta como que un mismo espacio no pueda ser ocupado por dos
objetos diferentes lleva causando muchos y serios problemas desde el principio
de la existencia de este universo conocido. Así como que una tendencia
inevitable al desorden llamada entropía se llega a convertir en un gran
problema para los homo sapiens que nos pasamos la vida soñando con un orden
superior. Por no contar que nuestra visión del mundo siempre es parcial y
limitada debido a nuestros condicionantes culturales y educativos y a nuestros
limitantes fisiológicos y cognitivos.
Cuando pienso
que debido a esta fricción y restricción física que supone estar vivo el
sufrimiento es compañía fiel para todos los seres sintientes del planeta, tan
sólo me queda una cosa que tenga suficiente poder para trascender todo esto.
Muchas religiones lo llamaron Amor. Es seguro que yo personalmente no haya
alcanzado el suficiente estado de madurez para hablar sobre esta cuestión, pero
no por ello dejo de mencionar al Amor como un posible camino para superar las
turbulencias que suponen estar vivo en este universo. Por ello, el Amor siempre
acaba creando cosas nuevas y buenas.
Tal vez la
semana que viene todas las buenas intenciones de tantas formas de pensar del
planeta no consigan evitar todo lo “malo” del mundo, pero siento e intuyo desde
lo más profundo de mí, que atreverse a imaginar otro mundo pensando en el
bienestar de todos los seres, merece la pena. Tal vez no consigamos arreglar
esto en un día, pero seguro que habremos puesto los ladrillos para que ello
ocurra en un tiempo más alejado.
Algunas
personas me dicen que lo que existe es necesario. Qué aunque un millón de niños
trabajen en minas, el Amazonas haya sido arrasado hasta casi su mitad o los
animales vivan encarcelados, es necesario fabricar barcos con los metales que
se extraen de las minas, es necesario fabricar casas con la madera extraída de
los bosques primarios o es necesario alimentarse con carne. Y yo sé que todo
ello es el sustento económico de muchas personas. Todos los componentes del
sistema están entrelazados con una física fuerte y a la vez frágil y
dependiente. Parece que todo es “necesario” para que podamos existir.
¡Pero las cosas
se pueden mejorar!
Entiendo que
cambiar pueda causar más sufrimiento. Todo cambio a un estado superior implica
conflicto y más fricción. Sin embargo cuando los cambios son lentos, ese
conflicto y fricción se atenúan. Por ello entiendo que la convergencia que
mantiene todo unido y hace que “funcione” el mundo debe darse la mano con la
divergencia que clama mejoras y justicia. Para que no haya dramáticas fisuras.
Ni la guerra, ni las dictaduras, ni el terrorismo fueron alguna vez la
solución.
Pienso que un
cambio posible consistiría en que camináramos todos, todos juntos y lo
hiciéramos lentamente. De la mano de la paciencia, el perdón, la humildad, la
compasión y la diligencia. Por ello, sigo pensando, que merece la pena seguir
imaginado un mundo mejor. Que cada cual lo haga a su manera, pero eso sí,
equipados de acción, de mucha acción. Porque este mundo en el que vivimos,
queramos o no queramos, además de mente es física. Física cuyo movimiento y
transformación sólo entiende de acción. Y no está ya para sólo recreaciones,
elucubraciones y contemplaciones. Necesita acción. ¡Existen tantos tipos de
acción como de personas! Que cada cual encuentre la suya o las suyas.
Se me ocurre
que una solución más entre tantas podría consistir en que mientras nos vestimos
con el traje del mundo mayoritario real que existe, sigamos imaginado y
subsiguientemente co-creando ese otro mundo minoritario real que hacemos
existir. Y que no paremos, que no paremos de seguir haciéndolo. No se trata de
negarlo todo y hacerle la guerra al mundo sino se trata de aceptar que vivimos
atados a un sistema físico social cuyo movimiento es comparable al de una gran
tortuga, que de grande se mueve lenta. Pero que cada una de sus células, nosotros,
cada ser humano, sí que puede, en la medida de sus posibilidades, hacer que la
gran tortuga siga moviéndose hacia delante y no decaiga en la hipnosis de
quedarse parada.
De igual manera
que el niño no se hace adulto de la noche a la mañana, ni la semilla en árbol,
ni el principiante en atleta, tampoco así se hace la humanidad. Es sobre el
mismo cuerpo carente de habilidades del atleta, por ejemplo, sobre el que nace
el cuerpo que triunfa en la pista. El último no niega al primero sino que lo
transforma, como la mariposa al gusano.
Por ello es
coherente seguir viviendo en este mundo imperfecto mientras vamos construyendo
ese otro mundo más perfecto. Y casi seguro que llevará tiempo, que moriremos
sin ver la regeneración planetaria entera. Pero habremos sido parte de la
historia, habremos puesto los cimientos para las generaciones futuras. Y
mientras, este mundo seguirá gozando de cada vez más cosas buenas creciendo en
medio de las “malas” que existen, porque física y socialmente es inevitable que
ahora mismo así esté pasando.
Por eso merece
la pena caminar mirando hacia delante.
Por eso merece
la pena crear cosas buenas en medio de cosas malas.
El alto número de personas
existentes en el planeta, y en sus ciudades especialmente, es lo que está
co-creando un mundo hiper-estimulado en experiencias.
El exceso de todo, más que
un problema de moral consumista o de culto a los sentidos y al entretenimiento,
es la consecuencia natural del aumento de población y el aumento de relaciones
entre sus individuos.
La cuestión versa en cómo
puede y podrá digerir psicológicamente esto cada individuo partícipe, a la vez,
de esa situación, sin acabar frivolizando el sentido más profundo de la
existencia.
Ignorancia + orgullo = estupidez
La ética pertenece a los mundos de las
causas-efectos, al mundo de los pensamientos, los pensamientos siempre
creadores.
Démonos cuenta que, por ejemplo, en el mundo de los
sueños, donde no hay consecuencias, la ética carece de valor.
Pero mientras vivamos en un mundo de consecuencias
estaremos al borde del precipicio, de lo que consideramos mal o bien.
¿Dónde queda la ética, pues, cuando no puedes
escoger, cuando eres tú o el otro, cuando lo que está en juego y más cerca de ti
es tu propia supervivencia?
Pero ¿Qué pasa cuando sí puede escoger, cuando la
única disyuntiva es optar por la menor o mayor complacencia de una situación?
¡Llevemos lo más lejos que podamos la ética los que
tenemos el privilegio de poder escoger!
No somos mejores. Nadie es mejor que nadie.
Simplemente, más afortunados.
Compórtate lo mejor que puedas
según tu entendimiento y tus posibilidades.
A veces para resolver un
problema necesitas encontrar más problemas.
Pues es en lo que todos
tienen en común donde se desvela la solución.
La evolución del universo
está llena de interrogantes.
Si atendemos a observar el
como la vida toma posesión del estéril mundo mineral, encontramos que el reino
evolutivo menos evolucionado ha resultado ser el más generoso y vivificante de
nuestro planeta, dentro de la gran paleta de la vida.
El reino vegetal que
co-creó la atmósfera hasta dotarla de su característico color azul y, henchida
de oxígeno, permitió que otras criaturas florecieran.
El reino vegetal, que se
extendió sobre la roca y la tierra llevando el frío mundo inerte a un escalafón
superior de experiencia cósmica.
El reino vegetal, que
alzado hacia el cielo creó los maravillosos árboles. Los seres más generosos de
la Tierra. Sus frutos, sus ramas, sus hojas pasarían a convertirse alimento,
cobijo y guardián de los que vendrían.
Son precisamente los que
vendrían, un subsiguiente escalón más de evolución, los que dotarían a la
consciencia del primer suspiro de auto consciencia. El reino animal, que
avanzaría sobre el quieto reino de los vegetales, dio un paso más, el
movimiento, la posibilidad de experimentar la libertad y la interacción.
Es aquí donde encuentro la
gran paradoja de nuestra existencia porque precisamente para que el reino
animal sostenga la vida tiene que cimentarse sobre la muerte. Desde el pequeño
depredador que se alimenta de plantas hasta el gran depredador que mata a otro
animal para poder subsistir. Es en este punto en el que no entiendo por qué el
universo que nos relata su historia de la evolución se contradice y, por
primera vez, nos dice que para que la vida prospere tiene que morir otra vida.
Si la vida es la más grande creación del universo ¿Por qué se empeña en
destruirla seguidamente? Es este atolladero arrollador y dramático el que me
revela que nuestro mundo material o está por seguir evolucionando o alberga un
gen que le impide estar a la altura de su última creación, los más maravillosos
pensamientos del ser humano, que aspira al equilibrio, la paz, la armonía, la
unidad, la belleza y el bienestar de toda la creación.
Nos llenamos
la mente de la palabra amor cuando se trata de dárselo solamente a aquellos que
nos dolería perder.
¡Cuánta
necesidad hay de practicar ese amor, no sólo en los que tenemos cerca, sino en
los que no conocemos, cercanos o lejanos, en ese planeta que clama ser
atendido, hoy y en las generaciones futuras!
Las cosas por existir ya
tienen su razón de ser.
Normalmente
el éxito de una parte que es a costa del fracaso de otra parte no es más que
otro tipo de mierda.
¿Qué pasa cuándo regalamos
cosas a los demás en nombre de “nuestro propio amor” sin tener en cuenta si lo
que regalamos realmente lo necesita o desea la otra persona?
¿Qué pasa cuándo nos
ofendemos y juzgamos si los demás no hacen “lo que” nosotros creemos que está
bien?
¿Qué pasa cuándo llamamos
“amor” a la emoción agradable que nos hace sentir una persona y si nos la niega
nos está traicionando, pues “está obligada” a seguir procurándonosla por haber
comenzado?
¿Es acaso traición
“cambiar” o no cumplir las expectativas hacia otra persona?
Las expectativas como los
deseos sirven para caminar pero nunca debieran tomarse como el fin, sino como
un motor más para moverse por la vida.
¿Hasta qué punto tenemos la
obligación de experimentar experiencias si todas son contingentes?
Si a fin de cuentas si
experimentas una cosa dejas de experimentar otra.
Si la mayor parte de las
experiencias son experiencias sensitivas, acuerdos sensitivos entre personas.
Entonces ninguna persona
puede chantajearnos exigiéndonos que le ofrezcamos tal experiencia, ni nosotros
debemos sufrir por estar perdiéndonos algo.
Saber esto nos podría dar
la libertad de no necesitar experimentar nunca más y entregarnos a la paz del
espíritu, entregarnos al ser, a la contemplación, al amor radiante, a la mirada
serena y hermosa hacia todo lo que nos rodea, dejándonos llevar por lo que la
vida nos ofrezca exactamente en cada momento.
Esa experiencia sería la
justa y la perfecta.
Se acabó la necesidad de
buscar o ansiar experiencias.
Viviremos las que nos toque
exactamente vivir.
Y con esa paz de no
tenernos que esforzar en buscar o recrear las experiencias, nuestra vida será perfecta
en cada paso que demos, y por fin volveremos al presente.
Aceptar lo que nos pase en
cada momento de nuestra vida.
“Estar vivo” supone “estar
expuesto”.
No debería eso ser nunca
motivo para dejar de experimentar, interrelacionarse y amar.
Lo importante, pase lo que
pase, es que sigas respirando.
Está claro que hay que
rediseñar este sistema llamado humanidad. Un ovillo de lana lo suficientemente
liado como para llevar trabajo recomponerlo en una hebra reconocible. Y
evidentemente cortar nunca es bueno. Produce daño.
Pero más escabroso resultar
descubrir que el mundo se organiza entre perezosos y codiciosos.
Los codiciosos arguyen que
se han ganado su posición por el esfuerzo.
Y los perezosos simplemente
se quejan.
Ambos pueden hacer más de
lo que hacen.
Sin embargo siguen
haciéndose partícipes y cómplices de la maraña.
Los codiciosos olvidan que
incluso un exceso de esfuerzo, no es meritorio. Sólo es eso, otra forma más de
codicia.
Y los perezosos olvidan que
esa maraña no la va arreglar ningún dios ni ningún supermán.
Y mientras, la entropía sigue
haciendo sus estragos y premiando al que peor lo hace.
Sólo nos queda una,
esforzarnos por rediseñar la maraña, cada uno desde su lugar, dando todo lo que
pueda dar de sí.
Todos somos partícipes en todo
lo que ocurre en el mundo porque, hoy, todos estamos conectados. Algunos le
llaman globalización.
Buscar el equilibrio, en
vez de atrincherarnos en las más burdas y obstinadas dualidades, es la
cuestión. Y desterrar los cómodos extremos, que sólo nos mantienen en disputas
y no soluciones.
La cuestión es que el tipo
y cantidad de trabajo para conseguirlo diferirá según las personas.
Pero el ser humano vino al
mundo a ser feliz.
Espiritualidad: La sabia y
trascendental gestión de la mente para alcanzar la felicidad.
Primer
aserto. Los fines que acaban convirtiéndose en el medio.
Si le
preguntas a los fines para qué sirven te das cuentas que en el fondo los fines
son un medio.
Los fines no
son importantes en sí mismos como fines. Los fines son medios disfrazados.
El “¿Para
qué?” progresivo, in crescendo y aplicado consecutivamente a todo lo que
hacemos, va demostrando que los aparentes fines no son más que un medio para
otros fines.
¿Y hasta
donde podríamos llegar?
Probemos a
hacer la pregunta “¿Para qué?” a cualquier comportamiento y cuando hayamos dado
una respuesta, volvamos a formular la pregunta.
Que cada
cual saque sus conclusiones.
Segundo
aserto. Los fines que motivan el medio.
El deseo de
alcanzar los fines ensoñados es el que nos pone en marcha.
Es entonces
cuando la vida se desenvuelve.
Y entonces
conseguimos esto o lo otro, levantamos catedrales, ganamos un título o
construimos relaciones.
Pero como
arte inexplicable llega un momento en el que las catedrales se demuelen, los
títulos ya no sirven o las relaciones llegan a su fin. Ya sea por muerte, por
cambio o por transformación.
Y es cuando
parece que nada tiene sentido y que la vida se va a acabar.
Pero también
es cuando, como por obligación, te das cuenta de una cosa.
Los fines no
están para ser convertidos en el nuevo becerro de oro. No están para
entronizarlos, presumir de ellos o rendir toda nuestra felicidad a sus faldas.
No están para decir yo soy esto, tengo aquello o he conseguido lo otro. Los
fines se acaban. Siempre se acaban. Porque todo es impermanente.
Los fines
realmente están para poner en marcha los medios. Tú necesitas un medio para
caminar hacia los fines. Es ese medio lo realmente importante.
Los fines,
palabra y sostén del mundo ilusorio, están realmente para movernos, para
servirnos de empuje, de motor para vivir. Son como el viento, como la zanahoria
al burro, como el horizonte y hasta la utopía. Son los caballos que nos ponen
en movimiento.
Y es en el
movimiento donde se desarrollan la manera, la actitud, el medio.
¿Y para qué
sirve, entonces, moverse?
¿Y para qué
sirve experimentar?
¿Y para qué
sirve vibrar?
Para seguir
subiendo por la larga escalera de la existencia.
FÓRMULA
El/ella actúa así debido a su pasado y sus condicionamientos. No es él/ella el/la que actúa sino la identificación con su pensamiento.
Aunque los hechos siempre se pueden cuestionar no es sano juzgar al prójimo.
Perdona a las personas.
Acepta lo que no puedes cambiar.
Y trabaja para cambiar lo que si puedes y podría ser mejor.
FRACASO
Al igual que
el éxito, es sólo un concepto mental. No te obsesiones demasiado con ellos. Lo
relevante es amar-ser-existir.
Intervenir un aspecto de la
realidad supone alterar otro.
Esperar que todo brille en
armonía pasa más por moverse desde la sencillez del Amar absolutamente que por
el razonar cada problema separadamente.
Entender que tan sólo basta
con la frecuencia del “Amor” para que las cosas se aten y ocurran por sí solas
lo mejor posible y con la garantía que lo harán en integralidad con la Vida y
no polarizándose en aspectos fragmentados.
Nuestra rutina es el artífice de la globalidad.
Transformemos
nuestra mente, transformemos nuestra rutina y el mundo se transformará.
Es sorprendente que cuando fantaseamos con el futuro nos vengan a la cabeza imágenes relacionadas con diseños sofisticados de coches, ciudades y gadgets en vez de pensar que el único futuro posible pasa por una revolución en la manera de pensar, sentir y relacionarnos, todos ellos ámbitos asociados a lo invisible, intangible e inmensurable.
Que cosas
tan simples y cercanas orquestan en el silencio la cocina mediterránea.
Ocurrió
cerca de mí, a dos cuadras de los fogones, en la otra orilla de mi casa.
La chispa de
la cocina: Cebolla sofrita con tiempo que se carameliza. Fondo de sopas,
guisados, tortillas y hasta de una dulce crema de calabaza.
La gran
sorpresa: de chorizos, sopa de mariscos, caldero y algo más. Ajo encamisado al
aceite caliente, que acaba con tomate triturado, rojo pimentón picante y toque
brillante de sal.
Capas de
cosas, horneado rápido: sobre una rebanada de pan simple hacemos una cama de
tomate, recostamos al queso fino en loncha y amueblamos al gusto con verduras
para acabar con la hierba preferida, sal y chorro de aceite de oliva.
Mejunjes de
todo tipo: Sofríase lo de siempre, inúndese de buena agua y llénese de verduras
repletas de minerales y vitaminas y cereal con legumbre, que son la proteína
completa. Según las hierbas y las especias el brebaje ofrecerá colores y
sabores.
Zumos sin
desperdicio: ¿Quién necesita licuadora para la sandía, la naranja, la ciruela o
el melón? Batir el sólido hasta transformarlo en líquido. Y luego bébase. Nada
sobra y todo llena.
Ensaladas
infinitas: Combinado de hojas al que se le aporta la densidad del aguacate, el
frescor del tomate fresco, la dureza del fruto seco, el crujiente del pan
tostado y el salteado del piñón, la almendra laminada y el queso a punto de
derretido. Si a esto se le añade ligamento, salsa y vida nada más hace falta.
La hoja también puede ser alga, coliflor o pepino. Espolvorea gomasio (sésamo
machacado con sal) o levadura de cerveza y para el día acompaña de legumbre o
pasta. ¿Quién necesita devorar al compañero de granja cuando tu plato se
convierte en tal paisaje de fragancias, historias y colores?
Arroz, arroz
y arroz. E integral: Acompaña zanahorias, ensaladas, potajes. Sólo o en crema.
El arroz nuestro de cada día. El cereal, base de culturas. El sostén de
músculos, tendones y cerebro. Vida, depuración y mucho más.
Sopas y
gazpachos: Tú mezcla, bate, alcanza el punto del líquido, sirve y reconfórtate.
En el frío o en el calor.
Y si entre
marmita y olla te entra hambre… plátanos, nueces, golosina de cereales y lo que
quieras. A fin de cuentas… el placer es tuyo.
Generalizar es una torpe
manera de querer obtener una sensación de control sobre las cosas a través de
una simplificación del conocimiento.
Existen singularidades,
especificidades.
Tomar la parte por el todo
no nos ayuda ni les ayuda.
Empieza
siendo un enamoramiento, o una ensoñación, o un “acaramelamiento”.
Ilusión,
deseo, percepción… sentida con gran fuerza.
La puedes
seguir. Y se te metes con la suficiente fuerza dentro de ella, un día te
encuentras con que se convirtió en una realidad.
Pero sí solo
la hueles, apenas le pasas la mano o la detienes allí, lejos de ti, desde la
observación lejana…
seguirá
siendo una ilusión.
¿Cuántas
veces danzamos de una a otra ilusión como el velero entre las olas, sin llegar
nunca a sumergirnos? En la superficie de la tempestad todo es vaivén y nada es
nada.
En la
profundidad, más abajo, en el crisol donde la ilusión se convierte en realidad,
Detentar una gran cantidad de capital sólo en un par
de manos invita a la gran inversión, a la creación de una gran realidad por
parte de una sola mente. A la construcción de la gran mole (tarea altamente
emocionante para el promotor) frente a lo sostenible, saludable e integrado de
que ese gran capital estuviera repartido en muchas manos con iniciativas
personales propias y variadas.
Las grandes empresas obligan a una gran subdivisión
del trabajo. Ello implica tareas basadas en la hiper-especialización y la
repetición. La especialización y la repetición son propias de las máquinas y
del servilismo. La especialización y la repetición están alejadas de lo
orgánico. Lo orgánico es multi-diverso. Lo orgánico es flexible, líquido,
adaptativo, ofrece diversidad de experiencias. Lo orgánico es propio de la
escala pequeña. La naturaleza concibe escalas pequeñas integradas en escalas
grandes. Pero las escalas grandes son consecuencia de la suma de escalas
pequeñas. La escala de la vida, de una experiencia llena de emociones positivas
y holísticas, es propia de lo pequeño, lo colectivo, lo comunal. Y no de lo
grande, individual e individualista.
¿A qué modelo estamos dispuestos a rendirnos?
Cómo consumidores ¿No estamos, de alguna manera,
favoreciendo un tipo de modelo u otro, al mostrar interés por un tipo de
experiencias y objetos sobre otras y otros?
El mundo no
lo gobiernan los políticos sino los grandes empresarios, accionistas,
inversores, brokers y banqueros.
En
definitiva los que detentan el capital, los capitalistas.
¿Por qué nos
empeñamos en seguir poniendo nuestras esperanzas de cambio en un partido
político u otro?
P.D.
¿Quiénes alimentan a los capitalistas con su dinero?
B.- La
máquina de hacer billetes.
Si ofrecer
gratificaciones a los demás es tan loable como para llamarse Amor ¿Por qué
buscar las gratificaciones para uno mismo debe entenderse como menos loable,
hasta llamarse egoísmo?
Si
experimentar ciertas gratificaciones en este mundo material es sinónimo de
salud ¿Por qué la palabra gratificación en general debe entenderse como algo
que nos aleje del mundo espiritual? ¿No es acaso la salud algo espiritual?
La lucha del guerrero interior.
Aquel que mencionara Castaneda, Ramiro Calle, Coelho. El
guerrero pacífico que protagoniza Nick Nolte en su película. Los mártires espirituales.
Los contra corriente. Los mansos y silenciosos que respiran persistentemente
cuando parece que todo tiene que callar o ser como debe ser.
La lucha del guerrero interior no es contra el mal.
La lucha del guerrero interior es contra el determinismo.
Ese determinismo que campa en las más complejas estructuras
de circunstancias y encadenamientos de sucesos. Ese determinismo en el que
aterriza uno al nacer y como río dirigido te empuja hacia delante.
¿Por qué si no las cosas son como son?
Son porque la inercia es como el huracán. No tiene piedad.
Tan fría como maquinal.
Por eso el guerrero interior sabe que no hay malos ni buenos
sino los que se rinden a la inercia y los que comulgando con ella miran más
allá y, en cuánto pueden, cambian alguna cosa de sitio.
Son los que abolieron la esclavitud, las que emanciparon a la
mujer, el que murió por hablar de Amor incondicional, el que dio un lugar a los
afroamericanos o el que se lo dio a los sudafricanos, el que habló de la no
violencia, aquellos que se atrevieron a pensar distinto, y tantos, que decidieron dejar de reaccionar
contra el mundo y ofrecieron a cambio la compasión, la ecuanimidad, el silencio
y el trabajo humilde.
La lucha del guerrero interior se fragua bajo la piel. A
veces pasa desapercibida, otras está llamada al grito y al canto. Pero nunca es
contra el otro. Nunca contra nadie que no sea uno mismo. No hay más enemigo que
la propia inconsciencia. Es la lucha contra la ignorancia… ¡Peor! Contra el
determinismo.
Por eso en la más absoluta y obstinada pregunta de ¿Por qué…?
Al guerrero interior siempre le quedará el ¿Y si…?
El último juego psicológico
del primate despierto de la era del Homo Sapiens.
Repetitivo hasta ser
cuestionado.
Da que pensar que muchas
relaciones dependan y se basen con tanta fuerza en conversar. Conversaciones,
tantas veces ilusorias, banales o incluso altaneras.
Los niños juegan, se
revuelven, corren, gritan y no dejan de relacionarse.
Los jóvenes bailan cuando
bailan y hacen el amor cuando lo hacen.
Los que realmente conviven
y piensan en ti, comparten, simplemente comparten.
Los mayores… lo que esperan
es que los toquen y estén a su lado.
Si existe otra vida después
de esta vida no la imagino llena de parloteo.
Creo que ya va siendo hora
de que el ser se encuentre con el ser y el júbilo de relacionarse sea algo más
que pensar y ponerle sonido a nuestros pensamientos.
El perro me habló sobre el
“ser”.
Saber “ser” sabiendo “estar
consigo mismo”.
Él estaba erguido
lamiéndose las patas con esa dignidad.
También me habló sobre el
“estar”.
Igual corría por el campo
que de pronto olía, jugaba contigo o ladraba.
Se dejaba llevar en “cada”
instante de su vida.
La semilla me habló de la
arquitectura.
¡Y pensar que dentro de una
sola semilla se encuentra toda la arquitectura de un árbol!
Sin necesidad de
hormigoneras, ni de talar otros árboles, ni de fatigados obreros.
Las hormigas me hablaron de
la importancia de trabajar en equipo.
El pájaro me habló que los
límites sólo nos los ponemos nosotros mismos.
Los tallos de las plantas
me hablaron que ser resistente depende de ser flexible.
Los capullos que pasan a
flores me hablaron del potencial de ser bellos que llevamos dentro.
La crisálida que pasa a
mariposa me habló de la transformación interior.
¿Es la mirada despierta del
ser humano la que ve o la naturaleza es algo más que ella misma?
¿No es demasiada casualidad
que la naturaleza sea lo suficientemente diversa como para estar hablándonos
continuamente y tener mensajes tan precisos y múltiples?
¡Cuán peligroso es aquel dolor, que sin previo aviso
acaba convirtiéndose en ataque!
¿El elogio al “héroe”, no supone
desprecio al “individuo”?
Héroes, héroes… son los que
no se llaman héroes.
Héroes, héroes… son los que
no se ven.
No tanto los que brillan
como sí los que pasan desapercibidos.
No tanto los que salen en
la tele, como sí los que silenciosamente callan cuando la ira llama a la puerta
o te impele a la vuelta de la esquina.
No tanto los que son
galardonados con premios, como sí los que madrugan, crían noche y día,
honradamente trabajan y pacientemente siguen junto a sus compañeros de vida.
No tanto los benefactores
de muchedumbres como sí los sencillos que aman y soportan sin descanso la
repetición, la imperfección y la rutina de la misma persona.
No tanto los que hilan
historias con grandes hazañas como sí los que miman, moldean y están en el
detalle de lo pequeño. No es “el más”… ni siquiera “el mejor”... Es el saber
estar.
No tanto los que salen en
los libros como sí los que hacen de su vida un libro (de letra uniforme y
seguida, no necesariamente grande e intempestiva).
Se equivocan a veces. Incluso
alzan alguna queja (ante lo injusto). Pero siempre están dispuestos.
Héroes, héroes son los que
invisibles como el viento, están, pasan y se quedan.
Si hubiera un Cielo, ellos
serían sus santos.
Si nos dieran otro planeta,
este estaría a salvo con ellos.
Son como estrellas,
diminutos a la vista y grandes, cuando te acercas.
Son padres, abuelos,
amigos, vecinos, compañeros.
Son los que te ceden el
paso y la palabra.
No tienen adjetivos, sólo
nombres propios, o mejor dicho, comunes.
Si los encuentras, serás
bienaventurado.
Si eres uno de ellos, no
hace falta nada más que decir…
Hipótesis 1: Hacer daño o
fallar el tiro.
Espiritualización o
animalidad.
Una persona que tiende a
hacer daño o ensimismarse podría no ser más que una consciencia que cede a las
pulsiones animales de los instintos, a la mente condicionada y llena de memorias encadenadas o la “egoicidad”.
Entonces, planteo. Hacer
mal no es más que la debilidad que tiende hacia lo denso, lo instintivo y lo
egoico, la máxima concreción de la individualidad.
Es como si la consciencia
se identificara con el cuerpo y la mente, inmerso en la gran y densa telaraña del mundo,
hasta identificarse con ambas, olvidando realmente lo que es en esencia.
Trascender, sutilizar,
henchir de Amor, elevar la materia a un nivel superior. Si yerra no incurre
tanto en lo que llamamos lo inmoral o lo malo sino en el hecho causal, el mundo
de los efectos y las historias, la máxima y densa condensación de la
existencia.
Vivir en este mundo es
aceptar sus incomodidades y un tipo de incomodidad es precisamente el errar en
consciencia. Algo que desde la decisión primigenia se sabía que ocurriría.
Pecar no sería maldad, pecar sería causalidad precedida de debilidad a la hora
de tomar las elecciones.
Hipótesis 2: Pasado o
presente.
¿Es absolutamente
intrascendente el haber obrado bien o mal en tu pasado, tanto como receptor
como actor? Tanto los actos más deleznables hasta los más nobles son
intrascendentes para el momento presente.
Que se entienda que esta
afirmación no justifica el obrar mal en el presente porque precisamente de lo
que se trata es de obrar lo mejor posible en el presente desatándose del
pasado. Y es precisamente el presente lo que se busca conquistar con este
texto, el buen presente, el único presente donde la consciencia puede lucir con
infinito brillo.
Si eres el actor. Atarse a
los actos más deleznables es perderse en el laberinto mental de la
culpabilidad. Atarse a los actos más nobles es perderse en el laberinto mental
de la vanidad.
Si eres el receptor. Atarse
a los primeros es perderse en el laberinto mental del resentimiento. Atarse a
los segundos es perderse en el laberinto mental del apego.
Una consciencia que se
encuentra a sí misma en el único espacio posible para encontrarse, en el
presente, es una consciencia salida de la tempestad para navegar por nuevos
páramos de océanos tranquilos. Un velero que mira sólo hacia delante y flota
sobre las aguas.
Si aceptamos la existencia
del espíritu y de realidades más vastas, las perspectivas de nuestra existencia
podrían dar respuestas mayores a las vicisitudes de la vida.
¿Podrían existir dos vías
de vida, entonces?
“Vivir desde la mera razón
y la mente.”
“Vivir desde el espíritu.”
Con la primera ocurre que
como nuestros sentidos son limitados y nuestras capacidades cognitivas también,
siempre tenemos una visión de la existencia parcial.
Esto sumado a una falsa
ilusión egoísta de concebir el mundo, nos lleva a la búsqueda del interés
propio, el control y el poder, desembarcando en el conflicto.
Con la segunda ocurre, que
siendo conscientes de que esta realidad no es la única sino parte de una
realidad más vasta, esto nos lleva a deducir que podría existir un plan cósmico
que abarque la globalidad.
Que lo que nos esté
ocurriendo esté perfectamente diseñado para nuestra evolución espiritual, lo
que supone que la “providencia divina” existe.
En tal caso, el individuo
que escoge esta vía, conjuga sus decisiones en base a la “ACEPTACIÓN” porque
sabe que pase lo que pase será perfecto para su evolución espiritual, que es el
fin último de nuestro objetivo en la vida terrenal.
Debido a esto, el individuo
no se obsesiona con tratar de entender el mundo, sufrir por posibles carencias
futuras, o buscar los meros intereses personales, que atiendan a entender su
limitada mente, sino que acepta las situaciones.
De esta manera evita el
conflicto con otros individuos, la guerra, la violencia y la muerte, y camina
feliz por un camino, que supone el más perfecto, en detrimento de suponer
ingenuamente que existe una mejor opción que atender desde un buen
razonamiento.
Esto no quita que uno deba
dejarse avasallar, sino simplemente que cuando uno ha conocido el límite de sus
propias posibilidades de control e interacción con el entorno, acepta lo que se
encuentra.
De esta manera se traza un
sendero e historia personal por la vida, en perfecta sincronía con ese plan.
Y el paso por la vida se
hace menos denso.
Asumimos como contexto lo
que posiblemente sólo sea un contenido más de todo lo existente.
Los seres humanos nacemos,
somos niños, crecemos, nos convertimos en jóvenes, adultos, maduros y ancianos.
El tiempo se divide en
estaciones.
El espacio que ocupamos
tiene días y noches.
Por la noche se duerme, por
el día se trabaja o se aprende.
La gente grita, llora y
ríe.
El cielo está arriba y el
mar abajo.
Los relojes marcan el paso
de las horas y el planeta sigue orbitando sin parar.
Normalizamos todo esto y lo
convertimos en escenario. Y sobre ese escenario escribimos nuestra poesía,
creyendo que las historias que contamos y vivimos son la melodía que palpita
sobre el pentagrama del universo.
Sin embargo y muy
posiblemente, el pentagrama que creemos ser el único espacio sobre el que
escribir nuestros versos dramáticos, cómicos o triunfantes, no sea más que otra
de las melodías que escriben, quién sabe quién, sobre el verdadero y más basto
pentagrama, el de la existencia.
O dicho de otra manera, que
sale en los libros de textos de los niños.
Dícese también de
aquel/aquella que con el suficiente genio y posición social logra algo
admirable en una época de la historia donde el número de habitantes del planeta
es lo suficientemente pequeño como para que dicha persona destaque sobre las
demás y por tanto cobre reconocimiento.
Hacer lo mismo actualmente,
seguramente, lo más que te dé sea una posición en medios de comunicación de
masas y de moda, para pasar al más absoluto olvido en lo subsiguiente o formar
parte simplemente de una lista anónima de genios.
¿Cuántos grandes artistas,
científicos, inventores, activistas y pensadores del siglo XXI jamás serán
conocidos por los pupilos del siglo XXII?
Lo recuerdo.
Fue en primaria. Me hablaron de él sobre un dibujo.
Varón.
Comprendido entre 25 y 35 años. Gozando
de salud. Y mirando al horizonte.
Resulta, que
conforme te paseas más por la vida compruebas que ser humano no es una
constante, o un constante.
Si nos
fijamos bien, un ser humano jamás tiene la misma forma. No es un objeto pulido
y brillante que tenga la misma apariencia de manera inmutable.
Un ser
humano varía en tamaño y en superficie.
Unas veces
goza de salud, otras no, algunas nunca.
Lo más
dramático y lo más olímpico concurren en una especie que no deja de
sorprendernos.
Hoy bebé,
mañana adolescente, pasado mañana anciano.
Hoy enfermo,
mañana condecorado.
No es la
“perfección” lo que da relevancia humana al ser humano.
Donde la
debilidad y la fortaleza se alternan por periodos y sujetos, hayamos la
dignidad, la grandeza y la esencia.
La amenaza
del posthumanismo y la eugenesia están a la vuelta de la esquina.
Por eso es
importante que no nos dejemos de hacer la pregunta, quién es el ser humano,
quienes somos, por encima de cómo nos pensemos.
Tener una idea no es tal.
Es la idea la que te posee a ti, cuando aparece.
Pues clama por ser manifestada y materializada.
Y sólo hasta que esa idea baja a la materia es cuando la idea te libera.
Tener una idea no es lujo de personas creativas sino compromiso de personas
trabajadoras.
Entonces… ¿Quién posee a quién?
¿Es real la experiencia fenoménica, sensitiva, material y cognitiva que tenemos los seres humanos pensantes?
¿Qué consideramos real?
¿Simplemente lo que podemos codificar con nuestro cerebro y cinco sentidos?
Cuando pienso en la palabra
real pienso en algo consistente, con cierto carácter de inmutabilidad, en algo
que permaneciese por la eternidad del tiempo, por siempre. En algo que
preexistiese con independencia de pensarlo yo u observarlo. En algo que fuera
el todo, para que no dejara resquicio y límite que impugnara su omnipresencia.
Porque de no ser así, si
estuviera condicionado a una duración y a ser observado sería parcialmente real
y por tanto no sería real. ¿Una ilusión, tal vez?
Desde el extremo oriente
del Nepal y la India hasta el extremo occidente del chamanismo americano y las
actuales teorías de la física cuántica los hombres de conocimiento han
sostenido que lo que llamamos real es ni más ni menos que una ilusión. Una
ilusión que puede ser modificada por nuestra decisión de percibir de una u otra
manera. Los más altos psíquicos traerían a colación proezas humanas sin
explicación, los más eruditos hombres de ciencia traerían a colación la
capacidad de transformar el mundo material a través de tecnologías. Sea una o
de otra manera, queda probado que nuestra mente de observadores es capaz de
transformar lo que llama realidad. Un acto lo más parecido a crear una película
de ilusiones que a realmente crear, en el sentido esencial de la palabra.
Estamos constantemente enhebrando lo que llamamos realidad, tejiendo una
ilusión que se sostiene así misma de la misma materia de ilusión y de la misma
capacidad ilusionante del ser humano de co-crear mundo.
Sin embargo, este ensayo no
pretende reverenciar a este mundo, que no considera más que una ilusión. La
ilusión metafísica y física jamás orquestada en toda la existencia.
Nuestro mundo es efímero,
temporal. Un mundo, donde podemos hallar principios y finales. Donde las cosas,
cuando son unas cosas dejan de ser otras, por lo que no pueden serlo todo. Un
mundo con límites temporales y espaciales.
En el momento que
encontramos personas sensitivas que testifican experiencias transpersonales,
fuera de los límites del cuerpo. Y las vivencias se cuentan en miles y miles,
en absolutamente todas las culturas del mundo. En ese momento es cuando podemos
empezar a plantearnos que la realidad completa de la existencia esté
extendiendo sus horizontes mucho más allá del mundo conocido. Es en ese momento
en el que si hallamos una mínima posibilidad de que esta vida no sea la única
vida, que este mundo visible no sea el único mundo, es en ese momento, cuando
podemos empezar a conjeturar, cuestionarnos y replantearnos que no siendo esta
realidad la única y no albergando memoria de otras, muy posiblemente esta
realidad yazca en un nivel inferior de existencia, un nivel lo más parecido al
sueño, a la ilusión. A fin de cuentas somos nosotros, los habitantes de este
mundo material conocido los que no recordamos ninguna otra realidad subyacente
o preexistente, de igual modo que el ser humano durmiente reposa sobre su cama
soñando los amplios páramos de su propia ficción cerebral sin sospechar el
lugar donde se halla. Nadie puede dudar que, en un orden de valoración, la
vigilia es mucho más real que el subterráneo mundo onírico. Y ante este
hecho entendemos la diferencia entre “realidad” e ilusión. Pero, si queremos ir
más allá, por lo que se ve, nuestro dormir diario tiene muchas más
cualidades parecidas a nuestro vivir diario de las que imaginamos:
Transitoriedad, relación directa entre el observador y lo observado, ignorancia
del funcionamiento del espacio donde nos movemos, olvido de donde estamos
realmente, de dónde venimos. Este parecido podría estar resultando
estremecedoramente revelador.
Vivimos nuestras vidas
desconociendo nuestro origen, quienes somos, a donde vamos. ¿No resulta
sospechoso que esta tónica de ignorancia sea lo cotidiano, la norma? ¿No sería
esperable para un ser inteligente tener respuesta a cuestiones tan
fundamentales? ¿No parece, pues, que… estemos dormidos?
Cada día que pasa y me quedo
atónito observado el bamboleo del mundo estoy más convencido que todo esto es
un sueño. Un sueño tal vez con peso moral, con entidad de “causalismo”, a
diferencia del tradicional sueño de dormitorio. Pero a fin de cuentas un sueño.
Un sueño que tiene principio y final como las ilusiones. Un sueño mortal,
temporal, cargado de mutabilidad, con formas y nombres precisos que fragmentan
constantemente el todo, en el caso de que fueran resultado de ese todo. Formas
que desaparecen corroídas, tan fútiles como las imágenes de mis sueños, sólo
que más lentas en su descomposición. Lo que fue ayer ya no es hoy, ya no es
presente, el único momento del tiempo real que existe. Un sueño que sólo
me permite percibir de acuerdo a un mundo de puntos de vista y no de omnisciencia.
Un mundo de partículas subatómicas que cambian constantemente de posición. Un
mundo de diversificación, de dualidad. Un mundo donde cada forma ocupa un lugar
diferente y por ello se priva así misma de la omnipresencia, característica más
fiel a una realidad que fuera inmutable y realmente real. Un mundo, que al ser
muchos elementos, deja de ser el uno, la unidad.
Las mentes nos
relacionamos a través de la materia de la ilusión, hasta el punto de
enamorarnos de nuestros efímeros vestidos, los rostros o la personalidad. Nos
ponemos de acuerdo en dotar de realidad a las mismas ilusiones, como
consenso para poder jugar este juego de la vida. Unas veces las ilusiones (bien
pactadas) nos sirven para ponernos en relación de manera ordenada, para poder
comunicarnos (¡construimos sociedades, humanidad y habitamos el mundo!). Pero a
fin de cuentas todos estamos jugando al juego de lo etéreo, construyendo
castillos de arena, que sólo existen por ser observados. Mientras, se nos va
escapando esta existencia entre los dedos como el viento a través de los
árboles. Incluso, otras veces queremos ir más lejos con nuestros pretendidos
actos creativos y generamos artísticas ilusiones sólo para deleite de
nosotros mismos.
Si un ser humano
contingente y limitado como yo es capaz de plantearse estas cuestiones. ¿No
sería posible que esta concepción transpersonal y trascendental de lo que es
real fuera cierta? ¿Podría acaso plantearse en una limitada cabeza como la mía
la posibilidad de existencia de algo que me superara si no fuera porque
realmente este algo tiene atisbos de ser cierto?
¿Es posible que todo este
tinglado fuera realmente un sueño, una ilusión? En un contexto tal, aceptado
como cierto, tal vez nuestra forma de codificar el mundo cambiase
completamente, dando más importancia a las únicas cosas que pueden yacer en
nuestra consciencia pensante, séase la actitud con la que vivimos la vida, el
perdonar lo que tan sólo es ilusión (o sea todo lo que está ocurriendo en el
mundo ahora mismo), la capacidad de unirnos en pensamientos a los demás, de
amar, de practicar las virtudes más profundas del ser humano. Todo lo demás,
todo aquello que nunca nos podremos llevar con nosotros tras el término de este
mundo de ilusiones, incluso durante la vida (puesto que las cosas siempre
cambian), todo eso no tendrá más importancia que ser usado como un lenguaje o
herramienta para practicar todo lo demás, lo concerniente a la consciencia. A
esa misma consciencia, que al principio de esta disertación, vislumbrábamos
como viajera, más allá de este mundo de ilusión. Un mundo, que en el momento
que corramos el velo y lo desenmascaremos, dejará de ser el contenedor y pasará
a convertirse en el contenido, presto en nuestras manos a tomar el lugar que
siempre debería haberle correspondido en la consciencia.
Tan acertado
es ser hortera como ser elegante con gusto.
Tan
relevante es una boda por todo lo alto como el debut del niño en el equipo del
colegio.
Tan sentido
de plenitud tiene un orgasmo simultáneo como una carcajada colectiva.
Tan
trascendente es la mejor condecoración como la mejor fregaza de platos.
Tan
importante es compartir una afición como no tener nada en común.
Tan
importante es la persona amada como el vecino de arriba.
Tan
emocionante es esa música como la chicharra insistente del estío.
Tan lógica
es la geometría de un rostro como la disposición de las piedras en un camino.
Tan
congruente es la visión de un hermoso paisaje como el garabato en la libreta.
Tendemos a
pensar que nuestras apetencias, puntos de vista y pasiones son lo más
importante, incluso lo único, lo razonable, olvidando que respiramos esta vida
a través de un velo ilusorio, de la estructura de ilusiones más grande jamás
orquestada.
Acordamos en
consenso grupal el cómo mirar al mundo para que nuestro paso por la vida tenga
sentido y aspire a un recorrido saludable y fraternal y nuestras relaciones
humanas sean lo más parecido a un verdadero diálogo.
Pero
sospecho que nuestro mundo no es más que un lienzo más en la infinita paleta de
posibilidades de creación del universo entero.
Seguramente
nos sorprendamos cuando, al final de este viaje, demos el último paso y
atravesemos la última puerta.
Cada vez que un actor o un
músico de pop luce modelo en una pasarela, haciendo como por vender al mundo
que su imagen representa al ser humano pienso en la imagen que le estará dando
al retrete mi vecino de arriba cuando oigo sonar su cisterna.
¡Misterioso esto del mundo
representativo de la imagen que parece querer usurpar su puesto al mundo mismo!
Míralo todo a la luz de tu muerte.
No esa muerte que busca el que se rinde o aquella que interpretamos como
final, sino la muerte que acontece en el último instante de tu vida, la que te
pone frente a tu verdadero horizonte.
Mira lo que tanto te preocupa a la luz del instante presente. Porque la
muerte se abrirá en un instante.
Mira lo que te hace sentir resentimiento a las dos luces, la del
presente y la de la muerte.
Y después dite quién tiene más importancia, tu yo etéreo, inmortal e
invulnerable o esa ilusión añeja, pegajosa pero intemporal, que insiste en
nublar tu mente.
IMPRESCINDIBLE
El hecho de que no podamos vivir todas las experiencias posibles prueba que ninguna de ellas es imprescindible.
Hace pensar sobre lo que nos exigimos a nosotros mismos o lo que los demás esperan de nosotros.
Mejor, si cogemos y nos relajamos.
Vive y deja vivir.
El
equilibrio es algo político.
El
equilibrio son límites balanceados.
Cada cual
entiende la posición de sus límites en una medida u otra.
Y por ser
personal esa decisión, disponer esos límites es algo político.
Cuando
hablamos de amor también hablamos de límites. De equilibrio.
La práctica
de lo que llamamos amor en nuestro mundo siempre viene conducida por una
dirección. Y eso es un limitante.
Decidimos
amar en esta o aquella dirección. Amarnos más o menos a nosotros mismos que a
los demás. Amar más a una persona, animal, causa, obra o páramo paisajístico en
concreto que a otros coetáneos.
Según lo que
entendemos por amor no se puede amar en todas las direcciones. Al menos a nivel
de materialización.
Amar a nivel
terrenal siempre conlleva una decisión, una dirección específica, una
condición.
Pero. ¿Qué
es Amar, en el sentido profundo de la palabra? ¿Satisfacer las necesidades o
apetencias de un otro? ¿Completar su complacencia? ¿Cumplir las expectativas
del prójimo?
¿De qué tipo
de amor estamos hablando cuando decimos amar si amar a algo o alguien supone
dejar de amar a otro algo o alguien?
Para amar es
necesario dejar de amar si entendemos amar como regalar nuestra atención.
No se puede
atender a todas las personas y seres de este mundo a la misma vez. Nuestro
amor-atención es limitado.
Y un amor
limitado ¿es siempre amor?
Se pone así
en tesitura la razón de ser del amor mismo, la naturaleza del verdadero amor,
el significado del amor. Pues el tipo de amor al que estamos acostumbrados en
nuestro mundo no rendiría honor al concepto del verdadero amor, un amor
omniabarcante, un amor puro.
A veces se
habla del amor incondicional. Amor que creo casi posible simplemente cuando se
practica en la presencia del vivir el presente. Amas cada cosa que te ocurre en
cada instante.
¿Pero
realmente es tan incondicional?
Nos
encontramos con lo mismo. Te centras en una sola cosa, lo que tienes próximo.
No puedes amarlo todo. Y al no poder amarlo todo, tu amor vuelve a ser
condicionado. Y además según códigos
morales culturales, no universales.
No niego la
universalidad de algunos derechos humanos y del no hacer daño. Nadie duda, por
ejemplo, que torturar es algo muy alejado del amor.
Pero cuando
entramos en el día a día, en la convivencia rutinaria, en lo que los demás
esperan de nosotros y lo que esperamos nosotros del mundo, todo parece
relativizarse más. Y la práctica del amor no es tan universal sino más bien
cultural.
Incluso si
entendemos como amar el tener pensamientos positivos hacia el mundo y sus
habitantes, nuestro intelecto en su imaginación sólo puede abarcar un número
limitado de objetos mentales.
¿Qué es el
Amor, realmente, entonces?
¿Ofrecer
atención hacia algo externo?
¿Cuidar de
nosotros mismos y de los demás?
¿Un amor
condicionado puede ser realmente amor?
¿O apenas la
sombra, soplo o el hijo menor del verdadero amor, inalcanzable en este mundo?
¿Tal vez una
ensoñación, una ilusión, una emoción generosa?
¿Es el Amor
algo más que el simple acto de darnos hacia fuera? ¿Algo más profundo,
metafísico y procedente de la misma razón de existir de las cosas?
Sabiendo que
todo puede estar bien, que el peor de los conflictos puede convertirse en la
mayor de las bienaventuranzas, es cuando se me ocurre disociar el concepto de
satisfacción, atención bondadosa, o interpretación de lo que está bien, del
concepto de amor. Porque…
Donde yace
el dolor se subleva la fortaleza.
Donde el
egoísmo campa el perdón se levanta.
Donde se
extiende la miseria florece la compasión.
Donde llega
la muerte aparece otra vida.
Donde
aparece la enfermedad surge la voluntad y la fortaleza.
¡Cuán y más
misterioso se hace el significado del amor!
¿Queda el
verdadero Amor así más cerca del concepto de aceptación que del concepto del
dar? ¿De la rendición ante lo que es? ¿Es el amor huésped de los territorios
del ser? ¿Ser y amar es lo mismo? ¿Reside el amor sin límite en todo lo que nos
rodea?
Puede que
nuestra decisión no consista en decidir amar o no amar sino simplemente en
empecinarnos en creer que somos algo separado del todo o simplemente dejarnos
ser.
Y al volver
a respirar, ser y vivir, por fin encontremos al verdadero Amor, puro, sin
límites, sin equilibrios, sin decisiones.
El Amor que
supone simplemente ser en cada momento.
“El Amor incondicional es
incondicional porque supone practicarlo cuando menos apetece”.
Simplemente
resulta indiferente a lo que es el espíritu.
Actuación
des-sincronizada de varios individuos buscando el beneficio particular sin
límite.
En vez de
trabajar en armonía y cooperativamente estamos todos como locos tratando de
llamar la atención y vender individualmente, ya sea nuestra fuerza de trabajo o
nuestro producto. Las relaciones humanas acaban convertidas en un mercado. No
es de extrañar que esto engendre frustración, explotación y ansiedad. Salimos
del colegio como churros y ¡ala! ¡A buscarse cada uno la vida! ¿Alguien se ha
parado a pensar en eso? ¡A bus-car-se ca-da u-no la vi-da! ¿No da que pensar que
nuestra sociedad esté diseñada para que cada uno se busque la vida? Tantos
siglos de historia para no haber sido capaces, como sociedad, de organizarnos,
de convertir el colectivo social como un gran abrazo para cada uno de sus
individuos, a modo de muchas comunidades indígenas.
Creo que
todavía está por venir y tendrá que llegar una sociedad donde cada uno ocupemos
nuestro lugar de manera armoniosa, fluida y serena. Y sintamos el gozo de
trabajar felices en una sociedad pacífica.
¿Cómo
construiremos esa sociedad? ¿Qué nuevo nombre tendrá?
Falta
coordinación, falta planificación, falta consenso, falta conocimiento y
consciencia para llevar todo eso a cabo de manera lúcida e inteligente. Falta remover y cambiar los
cimientos y estructuras de esta sociedad, de raíz. Un cambio completo. Porque
por muchos maquillajes que queramos hacer, tratando de hacer lo mejor posible
lo mismo de siempre, siempre faltará algo. Esa sensación inocente de poder
sentirnos todos juntos como un grupo de niños jugando a vivir. Esa sensación de
vivir sin miedo al mañana, sin miedo al otro, sin miedo al fracaso, sin miedo a
la carencia.
Esa
capacidad de saber estar en el mundo como familia humana.
¿Quedamos a
tomar un café?
El día que
dejamos de ser niños.
Ese fue el
día que dijimos adiós al pilla-pilla, a polis y cacos o a jugar al espionaje o
al escondite.
El día que
cambiamos el soñar por el hablar, el juego por la disertación.
Desde
entonces no volveríamos a relacionarnos con el cuerpo y el movimiento sino con
el consumo y el hablar, hablar y más hablar.
La nobleza
de siglos atrás lo sabía. Los más acomodados de las clases de más allá del
tiempo sabían que la mejor manera de divertirse era jugando. Los campamentos,
campos de trabajo y las modernas dinámicas de grupo de hoy en día también lo
saben. Y como la más bella prolongación, los nuevos movimientos en transición
de economías colaborativas, cooperativas de grupos y creaciones conjuntas lo
viven en el día a día. Ese trabajo desinteresado y solidario donde todos se
ponen a construir colectivamente. El juego de la gente grande, como dijera mi
amigo Salva.
¡Cómo sonrío
cuando puedo volver a hacerlo con sobrinos y gente menuda! Cuando vuelve la
emoción de no ser descubierto, de correr de aquí para allá, de gritar, de
planificar el siguiente movimiento.
Cuando
éramos niños bostezábamos y nos estirábamos en público, sudábamos, nos
emocionábamos con cualquier cosa y situación, nos íbamos a mear juntos.
Vivir, más
que pensar, era sentir y sentir. Todos los días sentir.
Y luego
llegó un día que alguien, por “el que dirán”, porque “nos hemos hecho mayores”,
porque “es lo que se hace”, dijo, “ya no somos niños”. Ahora tenemos que
pararnos.
Y empezar a
conversar y más conversar. Y más…
Si la vida
es un juego ¿Por qué no podemos volver a jugar?
Jugar es
celebrar, es expandirse, emocionarse, es, sobretodo sentir al contrincante o al
acompañante o al que construye a tu lado. Como aquellas cabañas que hacíamos en
los solares descampados. O aquellos locos inventos que portábamos con nosotros
como el mejor tótem.
Jugar es
tomarle el pulso a la vida, es derrochar alegría, energía y renovación.
Los adultos,
a veces, son aburridos. Se conforman, repiten, se ponen serios, juzgan, se
preocupan.
¡Quiero
seguir siendo niño y volverme a escapar en las noches volando por mi ventana y
correr aventuras y llegar más allá del mar hasta habitar mundos fabulosos y
reencontrarme con los amigos!
para no volver
a salir del sitio del que nunca debía salir,
el lugar que
debería ser siempre celebración,
Existen dos tipos de información.
La activa ante la cuál puedes participar y aprender.
Y la pasiva ante la cuál te conformas con quejarte.
Las neuronas
más despiertas que nunca tejen su propio trabajo creativo de lo múltiple.
Allá abajo
sólo se sienten los pitidos para invidentes de los semáforos. Ni siquiera pasa
coche alguno. El asfalto rezuma humedad y soledad.
Sin embargo,
la ciudad está rebosante de almas.
¡Todas
haciendo lo mismo y a la misma hora!
Jamás fue el
ser humano capaz de ponerse de acuerdo para algo tan común.
Es ahora
cuando todos nos hacemos iguales.
Ya no hay diferencias
entre ricos y pobres. Salvo la cama más mullida o más acartonada. Más cálida o
más fría. Pero en la ausencia de cualquier movimiento sólo queda la esencia. Y
esa esencia no cuenta la diferencia.
En el fondo
se constata que todos… somos iguales.
Con la misma
expresión, similares respiraciones, párpados cerrados con la suave y doble
sonrisa pestañeada.
Es posible
hasta que nos estemos encontrando en algún lugar distante, en otro cielo, en el
lugar donde habitan los sueños.
Se acabó. Ya
no hay malos ni buenos. Ni verdugos ni víctimas. El mundo loco y agitado se
vuelve a parar.
Y así lleva
millones de años haciendo cada noche al ritmo sincronizado del giro del
terráqueo orbe. Desde que existe el animal que duerme y despierta.
Es en estas
horas de silencio, recogimiento y placidez donde los miles de cabezas posadas
de esta gran ciudad me vuelven a recordar que no somos tan opuestos, que somos
como niños jugando a vivir, simplemente llamas de velas que crepitan al
unísono.
Tan iguales,
tan inocentes, tan vivos.
Cuando la
ciudad duerme, este grito de vastedad de hormigón mudo se hace de un eco tan
apagado que sobrecoge. El sonido hueco del theta y delta. Tan grande y tan
pequeño su suspiro. Porque ahora sólo hay silencio, paz,
el
reencuentro de los iguales.
Hay medidas
combinadas de las cosas que permiten el equilibrio.
Desde la
integración más primitiva del ser humano con su ser y la naturaleza hasta la
integración integral futura tenemos que pasar por este momento. Ahora nos toca
la crisis de tenerlo todo separado. Pero sólo para dar el siguiente paso,
unirlo.
La medida
sostenible de cómo el Ser humano trató a la naturaleza y se trató a sí mismo
conoció su umbral con la creación de los imperios y, más cercanamente, el
descubrimiento de América y la revolución industrial europea que le siguió.
En muchos
lugares de la periferia europea la medida social de comunidades y pueblos
(antes y todavía ahora) en constante relación con la tierra permitía al
individuo vivir y tener consciencia y relación de todos los aspectos como ser
humano (razón mental, cuerpo físico y espiritual) y como ser social y
consumidor. El amerindio norteamericano, por ejemplo, cuando cazaba, su cuerpo hacía actividad física, su mente cobraba atención y estrategia y su
espíritu trataba con respeto y
consideración al animal. La capacidad de experimentar las consecuencias de sus
actos de “forma inmediata” le permitía percibir la realidad globalmente. Si
hacía daño en la comunidad no se podía esconder, si le faltaba se le ayudaba,
si tomaba de la manada o del árbol sabía que tenía que ser lo necesario y
suficiente para que hubiera para sus hijos y sus nietos. Eso era una
consciencia con capacidad de abarcar todo lo que es un ser humano y como se
relaciona con su medio (sociedad y naturaleza.). Pretender experimentar más
olvidando esto es lo que nos ha pasado a nuestra civilización. Y bueno,
añadiría y más fácil de experimentar ética e integralmente.
Si la atención
se polariza tan sólo en uno de los aspectos de todo este círculo comienza la
des-integración:
“Supersticiones
sin ciencia” o “ciencia sin ética ni visión holística”.
“Erudición e
intelectualismo, separadas de psiquis y cuerpos sanos. Véase intelectuales sin músculos
u obreros analfabetos."
“Poder y
control de la naturaleza sin Amor ni relación física cotidiana con ella”.
El rápido
“desarrollo” del mundo desde el Renacimiento, que propició el hombre europeo,
vino de la polarización de uno sólo de esos aspectos, la “razón de la mente”
(unos trabajan para que otros piensen es una forma de des-integración llamada
“jerarquía moderna”.)
La “energía”
apropiada por unos pocos en detrimento de muchos (desigualdades en el reparto
de recursos) primero se llamó “Poder” de la nobleza/ señores feudales frente al
pueblo llano, más tarde “Dinero” en la burguesía/ terratenientes frente a la
clase obrera, para actualmente pasar a llamarse “Dinero y conocimiento” en las
clases acomodadas frente a los menos favorecidos (3er mundo,
4º y 5º mundo).
La única
diferencia respecto al pasado es que ahora la población ha crecido tanto que
podemos vivir dentro de una de estas clases sin percibir las demás y pensar que
todo marcha bien. Por lo que necesitaremos de grandes dosis de imaginación e
información o comunicación para darnos cuenta de las consecuencias de los
comportamientos de los que detentan más energía material, llámese recursos,
dinero, posesiones y “conocimiento” sobre el medio ambiente y los que tienen
menos.
Es
importantísimo reconocer que el estado natural de las cosas es un estado
integrado y que el conocimiento científico de ellas debería servir para
encontrar una relación armónica del hombre con la naturaleza a través de la
asociación de sus partes, y no el beneficio industrial de unos pocos a través de
la disociación de cada parte.
No es lo mismo
conocer las propiedades de una planta para curar y transmitir esa sabiduría que
tomarse el trabajo de sacarle sus principios activos para vender estos
separados, más tarde, como la panacea de un nuevo medicamento.
Esto se traduce
en unir/ asociar/ integrar lo que ya ha hecho la naturaleza creando una nueva
realidad en la que el ser humano se integra sano y feliz. En vez de aprovechar
oportunistamente la vulnerabilidad del ser humano ante ella para generar los
ligamentos artificiales con el sobrenombre de “salvadores” que si pueden ser
intercambiados por dinero.
Estamos en un
momento fascinante de la historia. Actualmente la historia humana conocida no
ha conocido precedentes de tal des-integración, fragmentación o separatividad.
Y a la vez está
creciendo un pensamiento holístico que promulga justo lo contrario: la
integración, la unificación, al multidisciplinariedad, la asociación, la
cooperación.
Son como dos
fuerzas humanas que se baten como olas en medio de un océano social donde cabe
todo.
La
des-integración o fragmentación es palpable. Se crean grandes cosas de gran
tamaño que se dedican a una sola cosa y además en un número pequeño. Mientras
se dejan de lado o anulan pequeñas cosas que se dedican a muchas cosas y que
son mayores en número, pero que lamentablemente están en condiciones inferiores
de subsistencia.
Piensen en por
ejemplo las empresas y corporaciones. Piensen por ejemplo en nuestros hábitos
de vida. Piensen en las formas de las ciudades o del mismo mundo agrícola.
Frente al
paradigma capitalista de pocas cosas de gran tamaño, de funciones
especializadas y separadas tenemos el paradigma conciliador de muchas cosas de
pequeño tamaño, de funciones híbridas y mezcladas.
La mejor
metáfora para entender esto es observar la forma de un barrio de oficinas. Sólo
grandes edificios acristalados. Nada más. Y ahora observen un bosque. Tiene
árboles, pájaros, pequeños mamíferos, riachuelos, llanos, altos, arbustos. La
naturaleza mezcla y por eso subsiste. Coopera mucho más de lo que compite,
aunque eso quieran, relegarnos, los evolucionistas.
Un policultivo
tiene mayores posibilidades de resistir una plaga que un monocultivo.
Un medio
campestre que incluya animales en su paisaje es más sostenible y equilibrado
que un campo que sólo cosecha separado de una granja de ganadería industrial.
El último panorama necesita de insumos fertilizantes, insumos de
piensos y de un gran problema para deshacerse de los purines. Por no hablar de
la vulnerabilidad a las plagas de los grandes monocultivos, que carecen de
pequeños depredadores animales, para acabar gratuitamente con ellas.
Una ciudad
compacta que mezcle usos ahorra desplazamientos y crea tejido social. Una
ciudad extensiva de sólo chalets sumada a otra ciudad pletórica de edificios de
oficinas y a otra ciudad, más, llena de grandes complejos comerciales lo
que consiguen es que en algún momento del día cada una de ellas esté
completamente vacía.
Un cuerpo al
que se le presta atención en todos sus aspectos está sano. Un cuerpo que sólo
atiende el síntoma, sólo consigue eso, erradicar el síntoma, y temporalmente.
Un barrio que
mezcla gente de mucho tipo, aproxima a las personas. Una ciudad que crea guetos
genera desconfianza entre sus individuos.
Una vivienda
que incorpora producción de energía y captación de agua es autosuficiente. Una
vivienda que sólo es vivienda vive enchufada a un sistema energético más
costoso.
Una familia o
grupo social con miembros de distintas edades genera comprensión. Un grupo
social de miembros de una única edad le queda pendiente el entenderse con
los “otros”.
¿Las mujeres
con las mujeres y los hombres con los hombres? Ustedes mismos. Seguro que ya
han comprobado las diferencias. ¡Mejor todos juntos!
¿Religiones? O
todas a la vez o ninguna.
¿Azada o libro?
Los dos, por favor.
¿Introspección
o “extrospección”? Bailemos por turnos con ellas.
¿ONG o empresa?
Proyecto creativo solidario y sustentable. ¿Por qué no las dos cosas a la misma
vez?
Podríamos
seguir sin parar.
Personalmente
creo, que a partir de ahora, le toca el turno a la Integración, la integración
de muchas cosas y pequeñas.
El mundo funcionaría mejor
si la usáramos más.
No es cuestión de tener más
inteligencia. La mayor parte de las veces se tiene pero no se usa.
La cuestión es usarla más a
menudo.
Usándola más, el sentido
común sería más común de lo que es.
Es en la interacción donde
se experimenta la densidad…
La densidad de este mundo
supone experiencia/separación/distancia/desconocimiento/diferencia/interacción
y por tanto conflicto.
No deberíamos tomarnos como
algo personal los conflictos.
Son inevitables, debido a
la densidad del sistema existencial en el que vivimos.
El mundo
fenoménico tiene muchas caras.
Y muchas de
ellas obedecen al interés.
Nuestros
puntos de vista, tan particulares, nos hacen movernos por la vida en base al
interés.
Podemos
disfrazarlo como queramos, ponerle los nombres que se nos antojen.
Pero ¿qué
ser humano no se levanta cada mañana interesado en algo? Desde lo más nimio
hasta lo más fraternal o grandilocuente.
A muchos
intereses le llaman Amor.
El interés
de complacerse con una amistad y no otra.
El interés
de complacerse con el sexo y la compañía.
El interés
de que te cuiden y te mimen.
El interés
de complacerse con lo mío, con lo que a mí se me ocurre, con lo que a mí me
gusta, que es lo que vale, lo loable, lo moralmente superior.
El interés
de decidir qué es lo que doy y a quién se lo doy.
El interés
de triunfar, de ser halagado, de convertir mi idea en algo físico y social, de
llevar el control todo lo lejos posible, haciendo que mi ilusión sea la ilusión
de todos.
¿Cuán lejos puede llegar el interés disfrazado con otros nombres?
¿Existe una interrelación
de todas las cosas en niveles crecientes de existencia, de los cuales apenas
conocemos nuestra realidad conocida?
Si hacemos el ejercicio
escalonado y persistente de preguntar ¿Por qué y para qué? descubriremos que
tiene que haber algo más que el puro azar en la creación de este universo.
La
intolerancia es la forma manifiesta en el mundo psicológico humano del orgullo
encubierto del espíritu.
Acorda: Agenda cuyas
páginas no van enhebradas por un lateral sino consecutivas haciendo una forma
desplegable tan larga como la suma de los anchos de cada página.
Antimedusas: Especie de
receptáculo movible formado por un anillo de tamaño variado (según sea para
familias, pareja o individuo) que flota sobre el mar gracias a unos flotadores
anillados a él y que deposita una red lastrada hasta el fondo, evitando el paso
de medusas u otro tipo de animales marinos peligrosos mientras se bañan los
húespedes.
Biabrigo: Abrigo, chaqueta
o gabardina un poco más ancha de lo normal, de tal manera que una pareja la
puede calzar a la misma vez, cruzando los brazos por detrás, dentro de la misma
pieza textil.
Bisiento: Diferentes tipos
de sillas o sillones donde la figura de una pareja se acomoda a la misma vez,
desde apoyar las dos espaldas hasta subirse uno encima del otro a horcajadas
trabajando sobre sendos escritorios prolongados desde los respaldos.
Bisilla: Esquinera de goma
con forma tetraédica y cóncava por la cara más amplia, que se pone en las
esquinas de las habitaciones en contacto con el suelo para que no se acumule la
suciedad.
Caricotes: Caras
yuxtapuestas sobre objetos con la intención de dotarlos de personalidad y
expresividad a modo de los cuentos de niños.
Carotadas: Ir dejando a tu
paso de manera humorística, poética, metafórica, fantasiosa, mensajera y
provocativa objetos fuera de contexto.
Comeplato: Plato comestible
elaborado de cereal que se deglute tras acabar su contenido evitando así que
sea convertido en un residuo o tenga que limpiarse más tarde.
Comista: Dibujante de cómic
que trabaja por encargo de proyectos que consisten en convivir durante una
temporada en un espacio social y convertir todos los entresijos humanos de este
espacio en un cómic donde son caricaturizados desde las personas hasta las
situaciones.
Densifón: Lámina
impermeable enrollada en espiral con sus caras agujereadas, y un recipiente
inferior, que condensan la humedad ambiental hasta conseguir agua líquida.
Fotonera: Lámina enrollada
en espiral con cierto espacio entre sus caras coloreadas de pintura fosforescente
y tapada por sus extremos con dos tapas que se abren según queramos acumular
luz o emitirla posteriormente.
Frutegón: Bandeja de frutas
con cascadas de zumo, pinchos con trozos y estructuras con las cortezas.
Indiorama: Escafandra de
unos dos metros de diámetro como mínimo, colgada del techo, en la cual se
recreen paisajes en miniatura que se puedan contemplar metiendo la cabeza por
su parte inferior.
Musigrama: Nuevo lenguaje
musical basado en diagramas de varios colores representando los diferentes
instrumentos, alturas tonales, duración e intensidad según sean de mayor
espesor o no cada línea.
Olorano: Instrumento con
diferentes percutores, botones o teclas que expele diferentes tipos de olores.
Oloritorio: Salón de actos
con butacas donde se expelen diferentes tipos de olores siguiendo una
composición artística intencionada.
Organicación: Reformas
arquitectónicas del interior de espacios que consiguen muros, suelo, techos y
mobiliario con formas curvas, sinuosas y continuas dotando al espacio de un
ambiente naturista muy parecido a las madrigueras o el útero materno.
Parestática: Lámina de
plástico enrollada en espiral con sus esquinas opuestas conectadas a
conductores, que funciona achuchada por el viento para así obtener electricidad
estática.
Persogalo: Regalo
personalizado caracterizado por su gran calidad artística, evocadora y gran
capacidad de homenajear a la persona que lo recibe, soliendo tener constantes
referencias a recuerdos compartidos, rasgos de su personalidad y cosas bonitas.
Submaritrón: Especie de
scalextric que en vez de pistas tiene tuberías transparentes conectadas por
tramos, que en vez de coches tiene pequeños submarinos y todo accionado por una
manivela que hace circular el agua a presión.
Transregalo: Dícese de la
broma de envolver cualquier objeto con papel de regalo y entregarlo a su
destinatario como si fuera especial, tras lo cual descubre que es de su
propiedad.
Triptalión: Juego de mesa
para tres cuyo tablero de juego se eleva en vertical con forma de cruz de tres
aspas y no permite ver a los jugadores nada más que a través de pequeñas
ventanitas.
Ventórgano: Instrumento
musical similar al órgano de iglesia donde la entrada y salida de aire a través
de los diferentes tubos tonales es protagonizada por corrientes de viento
naturales.